Menu

jueves, 31 de diciembre de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del 1 de enero, Día de Santa María Madre de Dios

1 DE ENERO, SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

Yo reconozco que cuando tengo que decir algo sobre la Virgen María me quedo cortado. Porque se que por mucho que intente hablar de ella, de la mas grande y perfecta de las criaturas del Señor, de la, nada más ni menos, Madre de Dios, siempre me voy a quedar infinitamente corto, siempre voy a ser incapaz de manifestar algo medianamente coherente sobre ella, porque es tan grande el misterio que no llego a imaginarlo.
De todas formas me imagino las respuestas con las que me encuentro cada día, ante la posibilidad de tener un hijo. Se pondrían mil pegas y mil condiciones. Que si se es muy joven para asumir esa carga, que tienen mucho tiempo, que la economía no está para tener hijos, que tendrían muchos problemas en el trabajo… Cuando no hacer oídos sordos a esta llamada de Dios, no querer saber nada del tema, sencillamente ignorarlo.
Sin embargo María no lo dudó, se puso en las manos de Dios. Ella sabe que Dios la necesita para llevar adelante esa salvación definitiva de los hombres. Y asume ese destino. Desposeerse de todo, tener a su Hijo en un establo, ser reconocido por unos pastores y hacer de su vida un silencio, el silencio de quien guarda todas las cosas en su corazón. Su amor de madre, su compañía en ese apostolado, su presencia en el calvario, siendo más Madre que nunca, su maternidad de la Iglesia que inicia en aquel Pentecostés.
Pero ese mandato, esa invitación a ser Madre de Dios para nuestros hermanos lo hemos recibido todos, es una necesidad de “parir” a Dios para nuestros hermanos, que ellos lo reciban de nosotros, ser quienes, como María, se lo pongamos en las manos a todo aquel que va por la vida lleno de buena voluntad, viviendo a Dios aunque no lo sepan.
Estamos estrenando un año, es el momento en el que tantos y tantos hacemos “balance” y nos proponemos los mejores deseos imaginables. Palabras y más palabras, deseos de felicidad, de prosperidad, de alegría para todos y un año lleno de ventura. Palabras y más palabras, si tras ellas no van nuestros hechos de un esfuerzo para que todo sea realidad.
Es un poco cínico, como dice el apóstol Santiago en su carta (St. 2,14-16), desear mucha alegría a quienes carecen de lo más elemental, alimentos, trabajo, un techo y, sobre todo, un futuro, y seguir tan felices en nuestra vida llena de todas las cosas. Es un poco cínico levantar la copa llena de cava, cuando hay tantos niños a los que falta ese vaso lleno de leche.
Vamos a ser realistas, honrados y, al menos, comprometernos por un mundo más justo, hacernos todos mutuamente felices, a crear un año de esfuerzo por ese mundo según Dios. Solidarios, comprometidos, instrumentos para que llegue la misericordia de Dios. Dejando de lado nuestro aburguesamiento y apostando por la justicia real, la justicia de Dios. La vida es demasiado corta para malgastarla en egoísmos
María no escatimó nada, no se reservó nada, no puso ninguna pega. Había recibido una llamada de Dios, que la desposeía de todo para ser su Madre, que le negaba cualquier cosa que apetecería una joven, para dárselo todo. Para ser la Madre de Dios, la Madre del Príncipe de la paz. La paz que sale del hijo para llegar a todos, la paz que Ella vive y la hace Reina de la paz, porque es un paz que brota de la misericordia, ella “Reina y Madre de Misericordia.
Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.