Menu

viernes, 4 de diciembre de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 6 de diciembre, II Domingo de Adviento.

II DOMINGO DE ADVIENTO

Podíamos decir que Cristo hoy nos concreta el espíritu del Adviento, al recordarnos que el proyecto que Dios tiene para con nosotros no se puede frustrar.
Llega el Señor, y todo se debe de componer. Como si fuese una solmene procesión del Corpus, todo se debe aderezar, todo se adereza. Que se limpien las calles del alma de lo que las afea, barrámoslas de odios, rencores, egoísmos, ambiciones desmedidas. Rellenemos los baches de la vida con profusión de caridad, de amor desbordante a Dios por medio de los hermanos, con cemento de caridad. Elaboremos un palio con varales de misericordia y un dosel de solidaridad y generosidad.
Llega el Señor y lo debemos de alfombrar todo con los pétalos de nuestra oración y la apertura de nuestra alma.
Llega el Señor, y quiere pasearse por las calles de nuestra vida y debemos eliminar todo tipo de pecado, todos los obstáculos que impidan su paso en nosotros, en nuestro ser, en todo aquello que compone nuestra existencia.
Llega el Señor, sin pedir honores, sin reclamar grandiosidades, en las frías pajas de Belén, pero pide calor. Ese calor que brota de los corazones que se compadecen, ese calor que brota de quien siente en sí mismo el dolor del hermano, ese calor que brota de todo aquel que sabe amar de verdad, que se considera servidor del desposeído y que da gracias por la luz de cada día.
Llega el Señor y nos quiere en pie ante él, con toda nuestra realidad, con toda nuestra sinceridad. Asumiendo ese pecado que nos desnaturaliza, pero que nos hace sufrir porque lo sentimos como un obstáculo para el amor. Asumiendo nuestras deficiencias, pero luchando para que todas nuestras potencialidades se pongan en marcha para hacer el bien. Asumiendo nuestras limitaciones pero conscientes del sinfín de posibilidades que Dios nos ha regalado.
Llega el Señor. Pobre para enriquecer a todos los que se acercan a él. Débil para dar fortaleza los que se acobardan. Derramando a manos llenas todas las riquezas que son capaces de dar la felicidad a aquellos que se sienten desvalidos en su compañía.
Como dice Juan el Bautista, como dice el profeta Isaías; la salvación de Dios está con nosotros, ha puesto su casa entre nosotros, quiere compartir con nosotros, ser parte de lo que somos nosotros. Y todo esto elevarlo a la categoría de divino, hacernos dioses, porque si Dios toca lo humano, esto humano se diviniza.
Preparemos el camino, claro, nítido; para que lo vean todos aquellos que van perdidos por la vida, para que lo vean aquellos a los que se empuja por una ruta de oscuridad y de muerte.
Allanemos los senderos para poder ir todos al encuentro de quien nos quiere en la más alta de las dignidades que podamos soñar, para avanzar fraternos con quien nos quiere como cosa suya.
Un camino transitable en el que empeñamos todo aquello que hemos recibido de Dios y que lo ponemos en juego para ir a su encuentro. Pera vernos con él cara a cara, para compartir el mismo aire, el mismo sol, las mismas calles. Para saludar a todos los que se cruzan con nosotros, con la sonrisa de los hermanos, con la palabra de los que acogen en lo más profundo de su ser, porque también ahí queremos ser acogidos.

Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.