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jueves, 27 de febrero de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 2 de marzo

OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión en que teníamos que tomar una decisión importante y no nos decidíamos. Le dábamos vueltas y más vueltas y sin decidirnos. Uno de los sacerdotes del grupo se puso en pie y comenzó a rezar el Padre nuestro, todos lo imitamos, al terminar alguien dio las pautas por donde actuar y todos estuvimos de acuerdo. Uno del grupo dijo al terminar: -Con lo a mano que teníamos la solución-.
Vivimos unos momentos en los que Dios, en el sentido concreto de la palabra, el Dios de Jesucristo en su Iglesia, está más denostado que nunca. Incluso muchos que se confiesan creyentes no dan la cara para defender públicamente sus creencias. Y nunca como ahora aparece más gente por las iglesias pidiendo agua bendita, y la bendición de todo tipo de objetos. El rosario, nuestro querido rosario, lo llevan al cuello los personajes más inverosímiles, amuletos y más amuletos. La gente se siente sola y tiene miedo a esa soledad buscando una protección por parte de la divinidad. Sin ser conscientes que el Dios que los ha creado nunca ha querido dejarlos solos, que pueden y deben fiarse de Él.
A lo largo de nuestra vida pasamos horas y horas en la lucha con nuestras dudas a la hora de tomar decisiones. Y no es que debamos ser unos inconscientes al tomar decisiones. Debemos razonar, sopesar los pros y los contras de las situaciones para no despeñarnos con proyectos descabellados. Pero siempre nos queda el dar el salto, esa pequeña aventura a la hora de tomar las decisiones. Por que ese Dios que nos acompaña, quiere que también seamos nosotros artífices de nuestro destino. Que sudemos ese pan de cada día que le pedimos.
Pero esto no quiere decir que Él se desentienda de nosotros. Nos quiere luchadores pero no personas agobiadas, obsesionadas por el acaparamiento para “asegurarnos el futuro”, ya que en ese agobio podemos dejar nuestra libertad y pasar a la esclavitud del “tener”, del “atesorar” para el mañana, un mañana del que nada sabemos. Es cuando el dinero comienza a tomar una importancia que no le corresponde, de instrumento a nuestro servicio se convierte en nuestro señor, un objeto de culto.
Por eso cuando confiamos en Dios se incrementa nuestra seguridad. Nuestra lucha diaria, nuestro esfuerzo cotidiano toma un hermoso sentido. Queremos un mañana que ya se nos ha asegurado, ese mañana de felicidad y encuentro en el amor en Dios, en ese Padre que nunca nos deja solos. Incluso en los momentos más difíciles, más dolorosos, llegamos a tener esa confianza de que esa situación no es definitiva, que Dios nos ha creado para la felicidad. Ese es nuestro futuro definitivo, para el que estamos en el mundo en la vida. Una vida que, como decía el Papa Benedicto XVI, no es un juguete, no es un tiempo de placer exclusivo. Es el tiempo en que, desde esa libertad que Dios nos ha dado, tenemos que decidir qué es lo que realmente queremos.
Por eso confiar en Dios, aferrarnos a su mano de amor y misericordia. Fiarnos de Él, es lo más importante. Porque entonces nuestro esfuerzos se dirigirán en construir esa convivencia que nos hace felices. Sin ídolos que nos esclavicen. Eso ídolos, como son el dinero, el placer por el placer… tiene altares en cualquier sitio, pero que sólo quieren nuestra sumisión, nuestra libertad.
Confiar en Dios nos hace total y absolutamente libres, marca delante de nosotros un futuro, una esperanza, de alegría y paz en el amor más perfecto.

Santiago Rodrigo Ruiz

jueves, 20 de febrero de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 23 de febrero

SÉPTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión en que me había clavado una espina en un dedo, no conseguía sacármela y hurgaba, en esto que una señora que me estaba viendo, cogió un alfiler, lo introdujo junto a la espina, hizo palanca y la sacó. Entonces le dije que me había hecho una herida mayor, ella con una sonrisa me dice: .-Si, pero de carne sana sin nada extraño que te la infecte-. Y así fue, en seguida se me curó el dedo.
El Señor nos habla de amor a los enemigos, el sabe que a los enemigos nunca se les ama, porque en el momento que comenzamos a amarlos, dejan de ser enemigos, se convierten en hermanos.
Reconozco que, en la mayoría de las ocasiones es doloroso dejar de lado las ofensas y las heridas recibidas, porque suele ser un dolor fuerte. Pero es que eso, como la espina de mi dedo, si lo dejamos lo infecta todo y destruye lo sano y no queda nada amable en nuestro corazón.
La primer palabra de Jesús en la cruz fue de perdón y de misericordia, Él sabía que el hombre seguía siendo amado de Dios, y el hombre tenía que saberlo también, tenía que saberse amado de Dios. Que esa sangre que empapaba el suelo era la redención más perfecta, el amor insuperable. No era sólo perdón, era amor, un amor que no había cesado en ningún momento para nosotros.
La segunda palabra fue darnos a su Madre para que fuera nuestra. Nos había dado su vida y ahora nos daba la ternura mayor de su alma. Y María tuvo que arrancarse la espada que le traspasaba el alma y dedicarle a su hijo la mayor de las sonrisas para que supiera que esa ternura de Madre se extendía por todos los hombres de la historia.
Amar a los enemigos para que dejen de serlo, orar por los que nos persiguen para que a ellos tampoco les falte la misericordia y el perdón, para que el hilo de amor que aún los une con el Padre no se rompa. Amor y misericordia son inseparables, amor y perdón son una misma cosa, reconciliación y generosidad siempre caminan juntos. Y cuando uno de ellos falta, el otro no existe.
Un alma grande es cuando es pobre. Pero pobre de odios, pobre de rencores, pobre de egoísmos, pobre de desprecios. Entonces es inmensamente rica, porque ha atesorado dentro de ella el amor divino que no tiene espacio para las sombras.
Una de esas frases que se leen en algún sitio, no se si en un libro de sentencias o en almanaque zaragozano. Pero dice que si te vengas del mal recibido, gozas un instante, pero si perdonas de corazón eres feliz eternamente, porque si el perdón de los pecados es exclusivo de Dios, ser capaz de perdonar es ponerte con Él, a su lado, a su altura, donde te quiere ver.
Recuerdo a una señora muy anciana que me contaba como, en la guerra civil,  habían matado a su hijo sacerdote y cuando su padre y su hermano quisieron defenderlo también los mataron. Le pregunté si guardaba rencor, pero ella con una gran sonrisa me dijo: .-Eso hubiera querido el diablo, pero no le ha salido. Cada noche rezo por todos, pero por todos, para que Dios los haya perdonado y estén todos en el cielo. Y el día que me toque llegar allí encontrármelos a todos juntos. ¿Se imagina usted, padre, la alegría cuando llegue al cielo y me los encuentre a todos juntos, y yo los pueda abrazar como si todos fuesen hijos míos-. No le pude contestar porque se me había secado la boca.

Santiago Rodrigo Ruiz

jueves, 13 de febrero de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 16 de enero

SEXTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión en que, estando en un grupo, alguien preguntó la diferencia entre acto de contrición y de atrición. Enseguida le respondieron que el acto de atrición era por temor y el de contrición era por amor. Cuando de pequeño recitaba los mandamientos, que lo hacíamos cantando, terminábamos con una cantinela: .-Y estos dos mandamientos se concentran en dos, amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo-.
Es la gran diferencia en la convivencia social. Puede haber una armonía perfecta con leyes muy claras y una policía que obliga el cumplimiento de las mismas. O puede haber otro tipo de armonía, en la que los miembros de grupo social son conscientes de los derechos del otro y cumplen esas normas, no por miedo al castigo policial, sino por una conciencia clara de que el otro tiene derecho a vivir y a que se le deje vivir, que tengo derecho a reclamar respeto, en cuanto yo respeto a los demás, que soy amado porque amo y en ese amor se desarrolla la convivencia, la armonía fraterna que nos permite crecer como personas, porque lo hacemos desde la justicia y la libertad, ambas inseparables.
Jesús, si nos damos cuenta, no cambia la ley, sino que la completa y la perfecciona, le da la cara humana que tuvo en el primer momento, cuando Dios se la dictó a Moisés.
Es coger el espíritu de la ley, la parte más íntima que sale del corazón de Dios, que no regaló una norma, no para dominarnos a nosotros, sino para que aprendiéramos a amarnos.
Son muchas las ocasiones en las que Jesús les echa en cara a los maestros de la ley, su hipocresía y su falsedad. Como habían retorcido la ley para que, sin cambiarle el texto, sólo dijera lo que ellos querían, lo que los beneficiaba, lo que les permitía mantener sus privilegios y poder estar por encima de los demás y dominarlos.
Jesús dice: “Habéis oído que se dijo… pues yo os digo”. Mantiene el texto y lo completa desde su ley de amor, desde su norma de fraternidad y de misericordia. Él sabe que si lo que manda no es el corazón, la sola razón y el legalismo van a destruir a la persona, por eso insiste una y otra vez que sólo la misericordia va a ser capaz de eliminar barreras sin destruir nada más que el pecado, sin eliminar nada más que el egoísmo. Porque el otro camino, el de imponer a los demás la letra pura de la ley, someterlos con la letra de la ley, destruirá a todos sin ayudar a nadie a levantarse.
Por eso ser cristiano es bastante más que hacer oraciones y celebrar sacramentos. Hoy se ha perdido esa conciencia moral que da sentido a la convivencia. El amor fraterno es el único vehículo que nos puede ayudar a estar en la vida, pero desde el amor y la misericordia. Por eso no tiene sentido esa oración que es fría liturgia. Lo primero es limpiar el corazón de todo tipo de odios, rencores y resentimientos. Eliminar todas las barreras que nos separan del hermano.
Nuestra oración ha de llegar a Dios pura, porque primero hemos “hecho sábado” en el alma, la hemos limpiado de las telarañas de desamor que la ensucian y afean, para poder acercarnos al altar acompañados del hermano, con el que compartimos nuestra fraternidad y esa misericordia que recibimos con gozo de Dios a manos llenas.

Santiago Rodrigo Ruiz

jueves, 6 de febrero de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 9 de febrero

QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión algo que he contado en varias ocasiones. Una señora muy religiosa y de una vida muy participativa en la parroquia, recriminaba a su hijo que no pisara la iglesia, con el interés que había puesto ella en educarlo y el ejemplo que le daba. A lo que el joven le contestó: .-Mira mamá, si tú que rezas, vas a misa y más, y más, a la hora de la verdad vives igual que la tía María Luisa, que se confiesa atea convencida ¿Dónde está la diferencia de tu fe, para qué me puede servir a mi?-. La madre me miró y yo, acordándome de las palabras de hoy del Señor, me encogí de hombros.
Lo que no se muestra no se ve, lo que no es contradicción no llama la atención de nadie, es algo más de lo mismo. Son rutinas que llegan a contradecir lo que decimos que sentimos y creemos.
Estamos en unos tiempos en los que atacar a la Iglesia, a su jerarquía, sus comunicados y sus principios no sólo es moda, sino que se queda muy bien haciéndolo. Sin embargo nadie se mete con los misioneros, con Cáritas, Manos Unidas… con esas religiosas que atienden a los ancianos y enfermos. Tal vez no lo valoren, pero no se atreven a atacarlo porque saben que todo el mundo lo ve como un gran valor.
Son luz que destaca en la oscuridad de egoísmo de este mundo. Son esa ciudad puesta en lo alto de un monte. Destacan como faros de amor y de generosidad, y ante eso nadie se atreve a devaluar su estilo de vida, porque es una entrega generosa, pero una generosidad por amor a Cristo.
Fijaos lo importante que sería si todos los que practicamos nuestra fe, si todos los que nos confesamos vivir en Cristo, nuestra vida destacase en amor generoso ante el hermano. Si viviésemos en la pobreza evangélica, esa que no es miseria, sino solidaridad evangélica, si la entrega al hermano sufriente y necesitado fuese como la del Señor. No harían falta palabras, no sería preciso argumentar nada, seríamos luz que ilumina, la sal que da sabor. Ante una vida consecuente y comprometida con lo que decimos creer, no hay otro argumento en contra que otra vida igual con una motivación distinta.
Pero sólo Cristo da sentido a las vidas, sólo Él, que se entregó, por amor al hombre, total y absolutamente, sin reservarse para sí ni su vida, sin escatimar el sufrimiento. Sólo Él puede dar sentido a la entrega, puede empujar para que nos demos sin límite, sabiendo que cuanto más nos entregamos, más ricos somos. Cuanta más alegría y felicidad damos, más alegres y felices somos.
Y eso no se puede esconder porque rebosa por todas partes. Estamos en la campaña de Manos Unidas, esa que año tras año nos recuerda que un poquito de generosidad y de entrega, un poquito de amor generoso, puede eliminar muchísimo sufrimiento, muchísima soledad, muchísima tristeza.
Basta con que recordemos que no somos los dueños de los bienes de la tierra, sino que tan solo somos sus administradores, y como buenos administradores debemos procurar que esos bienes lleguen a todos, porque hay de sobra para todos. Que, como dice el lema de la campaña: UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN. 
Porque si todos remamos en la misma dirección, el mundo nuevo es posible. Si todos somos conscientes de que el amor al prójimo nos empuja, seremos una gran luz, una luz que iluminará la totalidad de los corazones. Entonces aparecerá un MUNDO NUEVO, que se prolongará en la eternidad.

Santiago Rodrigo Ruiz

domingo, 2 de febrero de 2014

Campaña Manos Unidas 2014

A continuación os informamos de los actos que están programados para los próximos días en nuestra Parroquia dentro de la campaña de Manos Unidas de este año: Un mundo nuevo, proyecto común.

* Las colectas de las misas de los días 8 y 9 de febrero serán destinadas en su totalidad para Manos Unidas.

* El sábado 8 de febrero a las 19:30 horas, actuarán en la Iglesia Parroquial las siguientes Agrupaciones:
Agrupación Coral San Agustín
Agrupación Coral de Griñón

* El sábado 15 de febrero, "Día del ayuno voluntario", a las 20:30 horas celebraremos en el Centro Parroquial la Cena del Hambre: Reflexión y diálogo.

Esperamos contar con vuestra asistencia a alguno de estos actos, o mejor aún ... a todos.