Menu

viernes, 27 de noviembre de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 29 de Noviembre, Primer domingo de Adviento

I DOMINGO DE ADVIENTO

Es tópico decir que el Adviento es el tiempo de la Esperanza, porque la vida del cristiano siempre ha de ser un Adviento, una vigilancia activa que va empujando hacia ese encuentro definitivo con Dios al que estamos llamados.
La Palabra de Dios es de una rabiosa actividad, habla de grandes convulsiones sociales, de grandes alteraciones personales, de un enfrentamiento entre aquellos que han escuchado la llamada de Dios y de los que se empeñan en acallarla. Una sociedad que tiene una inmensa necesidad de una línea moral que le posibilite un futuro, pero que, al mismo tiempo tiene un inmenso miedo a un compromiso que pase del disfrute diario, un compromiso que le obligue a arriesgarse a un salto de fe, a estar en constante vigilancia para que nadie le pueda arrebatar esa posibilidad de vivir esta vida en plenitud, vivir la vida plenamente, hoy, en este presente convulso.
Jeremías tiene experiencia de una vida en un ambiente violento, le han arrancado todo aquello que amaba. Pero, al mismo tiempo le afirman que Dios no olvida y, lo mismo que Pablo, que Dios no cierra la puerta, que siempre tenemos abierta una ventana por la que va a entrar la luz de Dios. Es lo que Cristo nos anuncia, que los momentos difíciles y truculentos sólo sin vísperas de los Días de gloria.
Pero hay que estar vigilantes, ser capaces de distinguir lo que realmente nos humaniza y aquello que quiere esclavizarnos, lo que se disfraza de progreso para que lo que no coincide con él sea un margen a extinguir.
Ante el valor total de la vida, la progresía de una sociedad que se atribuye el papel de Dios y que dispone cuando ha de venir y como y cuando hay que eliminarla si se opone a la dictadura de esa gente que sólo busca un goce momentáneo que vaya adormeciendo las conciencias, para poder hacerse dueño de ellas y manipularlas para su exclusivo beneficio.
Ante el valor de la generosidad, de la entrega alegre, de la solidaridad; ante esa progresía que invita a la lucha por ascender y subir, sin tener en cuenta a los que se pisa, a los que se deja en la cuneta, a los que se destruye, para poder crear su grupo, los que triunfan y pueden aplastar a todo los espíritus generosos.
Ante una progresía que no se recata en mancillar a los jóvenes, incluso a los niños, a los que se les invita a hacer un Dios del sexo, a ser esclavos de sus impulsos. Sin que tenga valor el amor profundo, el dominio de sí mismo, el valor del cuerpo como estuche de las virtudes.
Es el momento de la gran tribulación, de las señales en las que parece que todo se viene abajo, en el que parece que se esta acabando aquello que ha sido capaz de mantener la fraternidad. Es el momento en el que Cristo nos invita a levantar la cabeza para ver un horizonte de libertad. Es el momento en que se nos invita a la valentía para resistir ante aquellos que nos quieren absorber para eliminar nuestra esperanza.
Levantemos la vista, todo no está perdido, queda mucha esperanza en nuestro horizonte, mucha vida en nosotros. Levantemos la vista es mucha la esperanza que podemos ofrecer a todos aquellos que se encuentran en el vacío, que tienen el alma seca. Levantemos la vista se acerca aquel que puede darnos un futuro luminoso, el único que puede darnos un futuro luminoso, un futuro de luz que nos proporciona un mañana de esperanza.

Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.