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martes, 30 de diciembre de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del día de Santa María Madre de Dios (1 de enero) - Jornada de Oración por la Paz

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
JORNADA DE ORACIÓN POR LA PAZ

Unir el nombre de María y el de Paz, es algo que tiene una lógica casi necesaria. porque María es la Madre de Dios, es la Madre de Cristo, es la Madre del Príncipe de la Paz.
Eso fue lo que motivo, el que hace muchos años, el Papa Pablo VI uniese el nombre de la Madre de Dios al de la Paz el primer día del año.
Santa María, Madre de Dios, fue proclamada en el siglo V por el Concilio de Éfeso. Y eso porque algunos lo cuestionaron, afirmando que Dios no puede tener Madre. Cuando la Iglesia fue consciente de esta afirmación se horrorizó, porque negarle a María la maternidad divina era negar que Cristo fuera Dios, era negar que Dios, desde el vientre bendito de María, se hubiese hecho hombre, era negar que el Hijo de Dios participase de nuestro barro, fuese uno de nosotros. Era, en suma, negar que la redención y la misericordia de Dios hubiesen llegado a nosotros.
Y la Iglesia fue consciente de otra cosa, tan horrible como la anterior. Que María, al no ser la Madre de Dios no era madre nuestra, que nos faltaba esa caricia de divina, ese calor de Dios Padre, esa ternura de una madre que nos acoge como hijos al pie de la cruz, de un corazón tierno que nos ama desde la presencia de Dios, desde el trono de la misericordia, donde la Trinidad Santa derrama sobre nosotros la fuente inagotable de sus gracias.
Por eso la Iglesia reaccionó con fuerza, y se reunión en concilio, la forma más solemne que tiene de reunirse, para proclamar que Santa María es la Madre de Dios. Y el pueblo que esperaba expectante, la cristiandad entera que miraba hacia Éfeso, gritó con todas las fuerzas de su alma: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.
Y la Iglesia volvió a recuperar la paz, la paz más hermosa, la paz que sale de las manos de Dios y que María nos transmite. La paz, la auténtica paz.
Porque la paz de Dios no es el intervalo entre dos guerras. No es el silencio de los más débiles sometidos por los poderosos. No es el abotargamiento al que nos somete esta sociedad de consumo.
La paz de Dios tiene como base la justicia, pues no puede haber paz cuando unos hombres someten a otros hombres. No puede haber paz cuando unos pocos se permiten despilfarrar ante una mayoría que pasa hambre. No puede haber paz cuando a tantos hombres se les niega el acceso a la educación y a la cultura. No puede haber paz cuando los más pobres y débiles son explotados por otros que carecen de la más mínima humanidad.
La paz de Dios siempre es acompañada por la libertad, por ese don divino que nos acerca a Él, que nos hace su imagen y semejanza. Tampoco puede haber paz cuando cada persona no puede vivir libremente sus ideas, sus sentimientos. Cuando no puede manifestarlos libremente. Cuando se le dictan modos de pensar y de sentir. La libertad que Dios nos da para que podamos vivir junto a Él mirándolo a la cara, caminando libremente en su compañía.
Paz, Justicia y Libertad, son tres expresiones de una misma cosa, se necesitan para poder existir, y si una de ellas falta, desaparecen las tres.
Por eso nos alegramos de proclamar a Santa María, la Madre de Dios, la Reina de la paz, la que se acerca a nosotros con el calor de un Dios que nos quiere con tal intensidad que no lo podemos ni imaginar.

Santiago Rodrigo Ruiz

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