Menu

jueves, 4 de diciembre de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 7 de diciembre, Segundo Domingo de Adviento

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

El poeta indio R. Tagore escribe un aforismo que dice: “Cada día que amanece es una sorpresa para el mismo Dios”. O lo que es igual, que Dios nos hace estrenar la vida en cada instante, no quiere nada viejo, nada caduco que sólo retiene y cuyo fin es la podredumbre.
Adviento es recordarnos que todo es constantemente nuevo. Veo que hay como un entusiasmo diferente, las palabras del papa Francisco parece como si todo se estrenara. Pero la Iglesia siempre se está estrenando y recuerdo los papas de mi tiempo. Aquel Pío XII de mi infancia que dijo que nada de ayunos que impidieran la comunión y lo redujo a unas horas para que se pudiera recibir el Cuerpo de Cristo a todas horas del día. El santo Juan XXIII que lo descolocó todo y abrió las ventanas de lo más profundo de la Iglesia convocando el Concilio Vaticano II. Tras él el gran Pablo VI que terminó el Concilio y trajo la mayor renovación de la Iglesia en los últimos siglos. Aquel pontificado breve de Juan Pablo I pero que nos llenó a todos de sonrisas. El largo pontificado de Juan Pablo II que rompió fronteras. El valiente pontificado de Benedicto XVI que ha barrido la Iglesia de todo tipo de sombras y mezquindades y al que poca justicia se le ha hecho. Es decir una Iglesia siempre en renovación, siempre con el aire fresco del Espíritu Santo que “renueva la faz de la tierra”.
Pero ¿y nosotros? ¿Cómo está nuestra renovación? ¿Cómo está ese estrenar constantemente la vida, esa esperanza que debemos llenar de aires nuevos en cada instante? ¿De qué forma vemos con ojos nuevos estos momentos que vivimos y que no se salen del plan de Dios?
Aunque para vivir la vida nueva de Cristo es preciso limpiarla de toda la suciedad que la llena y que en tantas ocasiones nos tiene lastrados al pasado.
Eliminar los viejos rencores que nos han apartado de las personas, para poner en su sitio una ilusión nueva, una comprensión que nos permita mirar a todos a la cara con la alegría de quien está viendo a un hermano.
Eliminar esas envidias que han limitado que pongamos en marcha la inmensa fuente de nuestras capacidades y potencialidades. Ese poder construir con nuestras fuerzas y apoyarnos en las capacidades de los otros, no como rivales, sino como cooperadores en la construcción de un mundo mejor.
Eliminar los radicalismos que impiden que veamos que en los otros también hay verdad, que puede enriquecer nuestra verdad. Y los dos juntos caminar hacia la única verdad que es Cristo, donde todo tiene su base.
Adviento es el tiempo de abrir las ventanas del alma a ese aire nuevo. Un aire que brota de las pajas de Belén, que pasando por la Cruz nos lleva a la alegría de la Pascua.
Adviento es esa luz nueva que elimina las sombras. Esas sombras en las que queremos esconder nuestro pecado, sin darnos cuenta que Dios nos quiere así, que la cruz de Cristo es la fuerza que elimina los pecados y llena de luz hasta los recovecos más profundos de nuestro espíritu.
Siempre tiempos nuevos, siempre Adviento, siempre ilusiones que nos hagan caminar hacia delante rellenando los fosos y eliminando los cerros, para poder pasar a pie llano, como dice el Bautista, a ese encuentro con Dios que viene a nosotros. Adviento voz nueva que grite a todos los tristes y desesperados que ha llegado el tiempo de la ilusión para todos.

Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.