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viernes, 29 de agosto de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 31 de agosto

VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión en que un joven quería conseguir una cosa. Y todo eran cábalas, todo eran pegas, ya que si cogía eso tendría que dejar otra cosa y venga, y venga darle vueltas. Hasta que uno del grupo, una persona mayor se levantó y le dijo: .-Chaval, nada es gratis en esta vida, todo tiene un precio. Quien algo quiere algo le cuesta. Hasta el Señor tuvo que morir en la cruz para salvarnos-. Y se fue a su casa.
Y es cierto, tenemos que aprender a perder para ganar, dejar de lado lo que no vale, aunque aparente valor y tomar lo que realmente tiene valor. Despreciar lo que tenemos y que nos va dejando vacíos, para tomar lo que nos enriquece, aunque nos conlleve una lucha y un esfuerzo.
Estamos haciendo un mundo muy triste en los países desarrollados. Los matrimonios tienen pocos hijos y, en la mayoría de las veces tarde, porque no quieren renunciar a los placeres que les proporciona el consumo. Matrimonios de hijos únicos que tienen un solo hijo, un niño que no tendrá nunca un primo con quien jugar.
Cada día aparecen más residencias de ancianos, que rápidamente se llenan porque el anciano ya no tiene un espacio en la familia, le “reduce” el nivel de vida y hay que dejarlos fuera, aunque aparentemente “bien aparcados”.
Tenemos que aprender a perder. Perder en consumo, en “goces y comodidades” para ganar en humanidad, en grandeza de espíritu. Tenemos que aprender a perder esa vida pendientes de nosotros mismos, ser “yo”, el objeto de todos mis intereses, para ganar la vida en común, para disfrutar la vida con los demás, en un gozar el compartir.
Buscamos el bienestar sin parar, pero nos está deshumanizando. Sin ser conscientes que las primeras víctimas de esa deshumanización seremos nosotros mismos. Cuando frenemos el placer de los que vienen detrás de nosotros, entonces tendremos ante nosotros esa soledad que “nos hemos estado preparando”, ya que hemos fabricado un mundo sin alma.
Cristo nos invita a ganar nuestra vida, una vida según Él, una vida entregada al hermano, y en esa entrega recuperada totalmente. Una vida que vale más que “ganar el mundo entero”, porque es una vida según Dios, una vida en la que la felicidad compartida por la vida dada, es la tónica constante.
Y para eso es preciso coger la cruz, nuestra cruz, nuestra realidad, con nuestras grandezas y nuestras miserias. Y con esa cruz acompañar a Cristo, para que como la suya se convierta en redentora, para que cómo la suya, se convierta en fuente de Vida.
La pasión, la entrega de la vida de un modo amoroso, a aquellos que sólo nos tienen a nosotros, a los cristianos, es el principio del goce de la vida eterna. El irse dando, el irse gastando en aras de un mundo mejor, de un mundo según Dios, es hacer un mundo más digno, un mundo más habitable, para nosotros mismos, que somos los primeros en beneficiarnos de ese coger la cruz e ir con Cristo. Es la vida más digna de ser vivida, porque es una vida vivida en libertad, la libertad absoluta de los hijos de Dios. La libertad que rompe esas cadenas del consumismo y del materialismo, esas cadenas invisibles pero que nos esclavizan más y más. Vivir la vida en Cristo y con Cristo, es llegar a la plenitud del goce, a la plenitud de la dicha, pues es el gozo que emana de Dios.

Santiago Rodrigo Ruiz

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