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viernes, 22 de agosto de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 24 de agosto

VIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión en que nos jugábamos una cosa muy importante, las posturas estaban muy igualadas y era algo fundamental decidirlo de forma definitiva. Uno del grupo decía una cosa, pero al poco decía la contraria, hasta que alguien muy enfadado le gritó: .-¡¿Pero tú, de qué parte estás?!-.
Vivimos tiempos en los que no podemos quedarnos en medias tintas, son momentos de tomar opciones claras y tajantes. Hay demasiados mártires, demasiadas personas que están siendo masacradas, asesinadas expulsadas de su casa y de su tierra, por su fidelidad a Cristo, para que nosotros nos andemos con medias tintas, para que intentemos conciliar posturas irreconciliables.
Estoy a favor de la vida, pero justificaría el aborto en circunstancias especiales. Estoy por la justicias social, pero siempre que a mi no se me toque esto que he conseguido con tanto esfuerzo, lo que me “he ganado con mis uñas”. Estoy por la paz y en contra de la violencia, pero creo que estas luchas están justificadas y aquellas no.
Cuando Pedro le da la respuesta a Jesús, corta de una forma tajante con lo que ha sido su historia y las tradiciones en las que se ha apoyado siempre, Jesús es la culminación de la historia, es el cumplimiento de las promesas, es el sentido total y definitivo de la “Alianza del Sinaí”. No hay que seguir esperando, no hay que interpretar más la Escritura. En Cristo se dan todos los caminos del hombre, de Cristo parte el futuro definitivo de las personas.
A partir de ahora se da un antes y un después. Todo el universo, toda la historia caminaba hacia Cristo y ese momento ha llegado. El hombre no tiene que esperar otra salvación que no sea la de Cristo, pues en Él Dios ha puesto la plenitud de los tiempos.
Por eso Jesús comienza a definir el papel de cada uno en la Historia, y comienza a distribuir la misión de cada uno para este tiempo que nos queda,
Y a Pedro y sus sucesores les da la tarea de marcar el camino seguro, el único camino para llegar a ese final de los tiempos en el que se dará el encuentro de cada uno con Dios. El encuentro de toda la comunidad unida con  su hacedor. Es el inicio de la Iglesia que peregrina al encuentro definitivo con su Señor. Es la misión de arrancar a los hombres, a todos los hombres, de las garras del pecado y de la muerte para ponerlos en la senda de la vida. Es la misión de encarar a todos a ese encuentro en el que la vida definitiva será una realidad para todos.
Se inicia el “tiempo de la Iglesia”, con el poder de atar y desatar, Un tiempo en el que el poder del infierno no podrá con ella. Un tiempo en el que en la “barca de Pedro” es el único lugar en el que el hombre está seguro, en donde se cumplen las esperanzas, en el que la vida, la auténtica vida es una realidad palpable.
Por eso vamos entendiendo la postura de los mártires, los de la historia y los actuales, de que no haya nada más importante que su vivir en Cristo. Que esta vida física en la que nos encontramos tenga menos valor que el futuro de vida definitivo que esperamos y se ha cumplido en Cristo.
No son tiempos de medias opciones, no son tiempos de “bañarnos y guardar la ropa”. Hoy hace falta un testimonio valiente de la opción por Cristo, la opción clara por sus mandatos, por su mandamiento de amor. Pero vivido como Iglesia en esa barca de Pedro, que aunque sea zarandeada por los avatares del momento no se hundirá por que es pilotada por Cristo.

Santiago Rodrigo Ruiz

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