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viernes, 18 de marzo de 2016

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 20 de marzo, Domingo de Ramos

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASION DEL SEÑOR
Comenzamos una semana llena de contrastes. Un parte de religiosidad popular llena de manifestaciones religiosas, procesiones y momentos de recuerdo de los misterios de la pasión del Señor. Algo muy importante porque creo que los cristianos debemos hacer pública nuestra fe y llevarla a las calles de todas las ciudades y pueblos.
Por otra parte las celebraciones litúrgicas, que de un modo cuidadoso van desgranando cada momento de este espacio de la vida de Cristo en el que se concreta de forma definitiva el misterio de su vida y la realización de nuestra salvación, esa salvación proyectada por Dios desde el principio de los tiempos y que en la muerte y resurrección del Señor se culmina.
Y lo comenzamos con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la ciudad santa. Triunfal en la humildad de un pollino, triunfal sin intentar demostrar su grandeza, sino estando a la altura de la gente más sencilla, para desde esta humildad exaltar la grandeza del hombre al que ha venido a redimir. Redimir en un camino de torturas y dolores.
Siempre intento elaborar lo mejor posible cada comentario que hago a las lecturas del domingo. Pero hoy voy a ser un copión y os traslado parte de una oración que hay en el guión litúrgico que hace Caritas para los tiempos fuertes:

“Oye, Jesús, eso de que las piedras gritaran me gusta. Frente a la pasividad que muchas veces he demostrado en lo tocante a la manifestación de mi fe, vienes tú y dices que no te va, que no te encuentras a gusto en las bocas calladas y un catolicismo de “circunstancias” y de “papel”. Pero eso es lo que se estila, un catolicismo “light” que no compromete a nada, que busca la pantalla y la figuración, un catolicismo que no tiene empacho en distorsionar el profundo significado de las realidades sagradas.
Por eso, Jesús, me apena que para muchos seas un simple payaso con el que se quiere justificar la fiesta y tantas hipocresías y celebraciones “cirquenses” en nuestros templos. En el fondo tú no interesas para nada. Un simple personajillo que tan pronto se acaba la fiesta no se sabe si ha sido algo real o un simple fuego de artificio.
Yo me pregunto en que medida soy culpable de esta situación del catolicismo de nuestros días… Porque es muy fácil y cómodo acusar a los demás y quedarse uno con la falsa sensación de creerse inocente no haciendo nada para que todo se enderece y tome la dirección correcta. ¡Cuántas veces he criticado los errores y los abusos de los demás y después me encuentro con que he caído en lo mismo!
En este Domingo de Ramos me gustaría gritar al mundo “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” ¡Pero de verdad! El Señor verdadero, el auténtico, no el “payaso” de turno con el que quiero camuflar a veces mi débil condición de creyente. No quiero esperar a que las “piedras griten”. Estoy dispuesto a renunciar a mi condición de mudo y anunciar a todos que tú eres el Salvador y el Guardián de nuestras almas.
Y no sólo de palabra. Quiero que mis actitudes tomen otro rumbo y logren demostrar que no soy un “palo muerto” en las agitadas aguas de la vida.  (Guión litúrgico de Cuaresma-Pascua 2016 de Cáritas, páginas 183-184)

Jesús entra en Jerusalén deseando la paz a todos. Él que va a sufrir la mayor de las violencias, pero unas violencias que son el principio de la paz definitiva para el mundo. Una paz que brota de la cruz ensangrentada del calvario, una paz que se intenta sepultar, pero que va a romper todos los sepulcros. Porque es la vida definitiva, la vida que se hace perdurable en la Eucaristía y en sangre redentora de todos los pecados, vertida una y otra vez e instrumento de salvación perpetuamente.

Santiago Rodrigo Ruiz

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