Menu

viernes, 11 de marzo de 2016

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 13 de marzo, Quinto de Cuaresma

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

Estamos viviendo tiempos de ataque furibundo a todo lo que se refiere cristiano,
pero de un modo especial a todo lo se te refiere católico, a la Iglesia de Cristo y todo lo que conlleva, parece que estamos llegando al final de los tiempos. Se me viene a la memoria la frase de un abuela en una de mis parroquias anteriores: “Señor cura, la fin del mundo es llegá”. Y tiene todos los síntomas.
Pero en este momento se me viene a la mente un escrito de finales del siglo II, cuando todo lo que tenía el nombre cristiano era motivo de persecución: la Epístola a Diogneto (os recomiendo que la busquéis en internet, es fácil). Es una maravillosa definición de qué es el cristianismo y cual es su papel en el mundo. De esta carta saco una frase que nos viene a cuento: “…son perseguidos por todos, y ni siquiera los que los persiguen sabrían decir el por qué de esa persecución”… Porque el autor va diciendo que los cristianos que son perseguidos responden con una sonrisa de perdón.
Hoy el evangelio nos presenta a Jesús ante una pecadora, con un pecado tan grande que, según la ley judía, debía ser lapidada. Jesús avergüenza a los acusadores que se retiran, perdona a la pecadora, pero no le justifica su pecado: “…vete y no peques más…” No acepta la crueldad de los acusadores, pero tampoco acepta el pecado y la vida de la mujer. La perdona y le dice que olvide esa vida de pecado, que se convierta y transforme en bondad toda su vida anterior. Ha autores que quieren identificar a María Magdalena en esta mujer y su conversión tras este encuentro con Jesús. No lo podríamos asegurar, pero eso no importa.
Lo que Jesús nos asegura es que el camino más efectivo es rechazar el pecado con todas nuestras fuerzas, pero perdonar y amar al pecador que se ha arrepentido, ayudar con amor al que no se arrepiente. No ver enemigos en los hermanos que nos atacan, a veces en lo más íntimo de nuestra fe, porque unos solo es el Enemigo, pero el otro, el hermano, por muy equivocado que lo veamos, por muy agresivo que sea contra nosotros, no deja de ser un hermano, digno de ser amado.
El más grande de nuestros instrumentos, la más poderosa de nuestras armas, es el perdón, pero un perdón unido al amor de forma inseparable. Perdonar amando como perdona constantemente Jesús, como perdonó a aquella mujer. El perdón, como el de Cristo, que en ningún momento es blando con el pecado, que no quiere un castigo que destruya, sino la conversión del pecador, que sea consciente que ese pecado lo está destruyendo y que si quiere salir de esa vida va a encontrar brazos abiertos que lo acogen con amor, porque eso es el perdón, acoger con amor al pecador arrepentido, ayudarle a salir de la vida de pecado.
Pero desde la conciencia de que también nosotros somos pecadores, que estamos necesitados de ese perdón misericordioso de Dios, que queremos saborear esa misericordia desde un cambio radical de vida. Perdonar mientras pedimos perdón, acoger al pecador como Jesús nos perdona, colgado en la cruz, la mayor fuente imaginable de perdón y misericordia.

Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.