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sábado, 4 de abril de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 5 de abril, Domingo de Pascua

DOMINGO DE PASCUA FLORIDA

En uno de sus sermones, San Agustín dice que aquel que no podía morir se hace mortal, para que nosotros, condenados a morir, tengamos vida eterna. Los que estábamos llamados a la muerte hemos sido liberados de esta condena, porque en la cruz de Cristo todo ha sido renovado. Ha muerto todo lo que se opone al Plan Salvífico de Dios y brota la nueva vida, la vida que no será limitada por nada, ya que tiene su origen en la sangre de Cristo y rompe todos los sepulcros. Por eso ha de morir todo lo viejo y renacer como un niño.
Que muera el viejo mundo de la violencia, ese mundo que llega a pensar que las guerras pueden solucionar las cosas, ese mundo que intenta dividir al mundo en malos, enemigos, los otros. Que resucite el mundo de la paz, el mundo del abrazo fraterno, el mundo que hace que todos nos miremos y sólo veamos hermanos.
Que muera el viejo mundo del egoísmo, ese mundo que atesora los bienes, como si los que acaparan fueran a vivir siempre. Ese mundo que abre fronteras y crea distancia entre ricos y pobres, el mundo que permite que unos poquitos despilfarren y los más carezcan hasta de lo más elemental. Que resucite el mundo de la solidaridad. Una solidaridad que borre las lagrimas de todos los niños, una solidaridad que permite la fraternidad, que crea auténticas esperanzas, que abre horizontes de ilusión a todos los hombres.
Que muera el viejo mundo del consumo. Consumo que ata y esclaviza, que hace al hombre adorador de las cosas, que se han puesto sobre él. Ese mundo que hace del placer el objeto de la vida y que arrincona lo que no se ajusta  sus deseos, lo que él considera feo. Que resucite el mundo de la libertad, en el que el hombre no será oprimido ni manipulado por nada ni por nadie, donde cada cual toma lo que necesita y comparte con el hermano agradeciendo ambos a Dios lo que reciben sabiendo que es el único Señor.
Que muera el hombre viejo, con un alma vieja, con un corazón viejo, lleno de rencores y resentimientos. Que resucite el hombre nuevo. Con ojos nuevos para ver a Dios y en él al hermano. Con oídos nuevos para escuchar a Dios que le habla en todos los hermanos que necesitan de su amor. Con labios nuevos, valientes que denuncian la injusticia, que alaban a Dios y evangelizan a los pobres. Con manos nuevas para servir, acariciar y bendecir, manos que sean el hacer del mismo Dios. Con pies nuevos, andariegos, peregrinos, que corren ágiles allá donde es precisa una ayuda o un consuelo. Con mente nueva que entienda para abrirse a los signos de los tiempos en los que Dios actúa. Con corazón nuevo, que sea fuente inagotable de alegría y de esperanza, un corazón ardiendo de amor.
Y celebremos la fiesta. Porque es la fiesta de todas las fiestas, la fiesta de la vida, el primer día de la semana. Día en que Cristo vivo se hace presente en los hermanos, que se quiere encontrar con nosotros, que quiere mirarnos a los ojos para mostrarnos su manos traspasadas, pero unas llagas que son un manantial de vida y de misericordia.
Es el día de pascua, el primer día de la semana, el primer día de todos los tiempos. Porque la resurrección del señor lo estrena todo, todo lo hace nuevo, el mundo los tiempos y los corazones. Los corazones que se dejan empapar de la vida que es Cristo resucitado. Feliz día de Pascua. Feliz mundo nuevo.

Santiago Rodrigo Ruiz

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