Menu

sábado, 1 de noviembre de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 2 de Noviembre

TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión en que una persona nos fue marcando las pautas sin dejar nada suelto. Entonces alguien le preguntó cual eran sus obligaciones. Muy ofendido respondió: .-Resulta que me esfuerzo en marcaros a todos vuestras obligaciones para que todo salga perfecto y me sales con esas. Te parece poca obligación deciros a todos lo que tenéis que hacer, desde luego no os merecéis que me moleste por vosotros-. Y se fue muy ofendido.
La historia está llena de personas que se han pasado la vida marcando las pautas de comportamiento a los demás, pero ellos nunca se sienten obligados para hacer nada, para que sus comportamientos se ajusten a una ética, a una moral común, la que predican.
A Jesús esta situación lo descomponía, lo sacaba de sus casillas, lo denunciaba con todas sus fuerzas, porque en Él no cabía esa doble vida, ese doble modo de vivir, marcándoles a los demás todas la leyes y todas las normas, pero ellos sin mover ni un dedo para cumplirlas.
Pero Jesús no dice que las normas sean malas, sino que son un medio de convivencia. Los mandamientos fortalecen a las personas, le facilitan la convivencia y le allanan el camino para una vida según Dios.
Por eso dice a la gente que no se desprecien por la vida indigna y pecaminosa de quienes los predican, que son buenos y facilitan la vida del alma, pero que recriminen la vida de los predicadores. Porque la tendencia es despreciar los mandamientos si la vida del predicador no se ajusta a lo que predican.
En la historia siempre ha sido una constante, descartar el mandato según la vida del predicador. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino lo deja claro: “Los sacramentos son la obra de Dios y no de quien los administra (Suma contra Gentiles, libro IV capítulo LXXVII)”.
Sin embargo la vida del que predica influye totalmente. Un sacerdote de vida indigna provoca el rechazo de su ministerio, aunque éste esté por encima de él.
Por eso tenemos que cuidar mucho nuestro ejemplo, nuestro estilo de vida influye  totalmente para que el mensaje y la persona de Cristo sea aceptada y creíble. Nadie puede convencer si no vive personalmente y con seriedad aquello que dice creer, lo que dice que lo mueve en su vivir.
Por eso los misioneros encandilan, no hay quien los critique y cuentan con la admiración y el respeto de todo el mundo, de los creyentes y de los no creyentes. Ese es nuestro reto, ser auténticos misioneros en nuestro ambiente. Gente que habla poco y vive con todas sus fuerzas el mensaje de Jesús. Que, a pesar de sus fallos y sus pecados, que reconoce constantemente, marca su existencia en la pobreza, la misericordia y la solidaridad con los hermanos, especialmente con los más necesitados.
El profeta asusta, porque su testimonio de vida nos descoloca a todos, no hace ver lo hipócrita que puede llegar a ser nuestra vida, lo cínico de nuestro comportamiento. Hablamos de Jesús a boca llena, rezamos con intensidad y reconocimiento, pero luego vivimos como un ateo normal, a veces peor que un ateo, porque en muchas ocasiones suelen ser más honestos y solidarios que nosotros, que nos confesamos creyentes.
Vamos a vivir según Cristo, transformar nuestra vida según el Evangelio de vida que recibimos. Y nuestro vivir será ejemplo y muestra para los no creyentes.

Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.