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lunes, 30 de diciembre de 2013

Comentario de D. Santiago a las lecturas del 1 de enero, Santa María Madre de Dios

UNO DE ENERO, SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

Recuerdo en una ocasión en que un grupo celebrábamos la Nochevieja. Sonaron las campanadas, tomamos las uvas, brindamos y nos deseamos lo mejor. En un momento alguien dice que hay que comenzar el año rezando, todos le dijeron disparates, pero ella comienza a recitar la Salve a la que me uní enseguida, poco a poco se nos fueron uniendo todos y terminamos con un gran aplauso a la Virgen María. En ese momento alguien dice de volver a tomar las copas para unirnos al brindis que la Virgen estaba haciendo con los ángeles por nosotros. Y todos volvimos a brindar.
Iniciar el año llamando Madre a la Virgen María es la mejor de las formas de hacerlo. Pero es hacerlo como ella, con su espíritu de amor y de servicio a los demás.
El paso de la Nochevieja es un momento de alegría fugaz. Risas, abrazos, deseos maravillosos, consumo, comida y bebida desmedida. Pero el día siguiente vuelve la realidad con toda su dureza. Millones de personas que mueren de hambre y de miseria, niños que no sólo no miran al futuro con esperanza, sino que ni se plantean el futuro. Guerras en un sinfín de lugares en el que las víctimas son los de siempre. Es la realidad que hemos querido olvidar por unas horas, pero que es tozuda y nos golpea una y otra vez.
Pero iniciar el año con el espíritu de Santa María, la Madre de Dios, si es estrenar un año, si es comenzar a escribir ese nuevo episodio de nuestras vidas de un modo que nos hace felices, porque estamos poniendo la felicidad de los demás en nuestros objetivos.
El espíritu de servicio de María. Que nos hace trabajar sin descanso para que el otro sea feliz. Para que el hambriento tenga un trozo de pan, tenga esos medios que le den respeto y esperanza. Para que el humillado recupere su dignidad, sea visto, y se vea a sí mismo, como objeto de derechos, como alguien que puede mirar a la cara al resto de los humanos, sin sentirse abajo, sin consentir ser marginado. El espíritu del perdón y la misericordia, que construye de un modo constante la paz y la armonía, que facilita la convivencia, que nos hace olvidar agravios y pedir perdón por los agravios inferidos al otro.
Comenzar el año llamando Madre a María, es iniciarlo viendo al otro como un hermano, como alguien a quien amar y del que se espera lo mejor, siempre lo mejor. Es ser instrumento de paz, que la hace crecer, que la desborda para que llegue a todos. Una paz basada en la consecución de los derechos más elementales para todas las criaturas de la tierra.
Comenzar el año llamando Madre a María, es apostar por la vida en toda su plenitud. Es gritar al mundo que la vida es el mayor don imaginable, que nunca habrá derecho alguno que la limite o que la manipule.
María es la Reina de la Vida, la vida dada y la vida recibida. Es empeñar lo que somos y tenemos para que sea respetada en todos sus momentos, para que sea protegida con todos los medios que la sociedad dispone. Para que la protejamos, todos y cada uno de nosotros, con todas nuestras fuerzas.
María, Madre de la Vida. En su seno se gestó al autor de la Vida, de toda vida que el universo y la historia ha necesitado, necesita y necesitará, para poder seguir existiendo. La vida vivida en cada uno de nosotros, donada y regalada por Dios, el único autor de la Vida, y que llama a María, Madre.

Santiago Rodrigo Ruiz

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