Menu

jueves, 19 de diciembre de 2013

Comentario de D. Santiago a las lecturas del Cuarto Domingo de Adviento

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

Recuerdo en una ocasión en que una mujer mayor me dice que había ofrecido gastar un hábito a una santa y no sabía el color. Le dije que tampoco lo sabía por lo que se comprase la tela que más le gustase y se la bendecía. Unos días después viene una chica joven diciendo que había prometido un hábito a un Cristo y no se iba a vestir de morado. Le dije que, o le cambiaba la túnica al Cristo, o se vestía de morado. Ella me dice que a la tía… se lo había cambiado, yo le dije que a sus ochenta años ya había cumplido todas las promesas imaginables. Así que a cumplir promesas y a vestirse de morado. Ya no me acuerdo si se vistió de morado o no.
Dios cumple todas sus promesas, nunca falla, nunca las deja de lado, y eso nos debe hacer de pensar mucho.
Tras el primer pecado, con el dolor del desprecio recibido por el hombre, que no lo creyó, que no vio que Dios quería para él lo mejor imaginable, no lo condena totalmente, no lo aparta de si para siempre. Con dolor ve al hombre alejarse de él, pero Dios no deja de acompañarlo. Es más, le promete que cuando llegue el momento oportuno, el hombre volverá a la amistad y a la intimidad perdida con Él, se acabará la distancia entre ambos.
Condena al diablo, al autor del desencuentro, a la causa de que el hombre tomara otro camino, un camino que le apartaba de la felicidad y de la vida. Y con esa condena aparece la promesa salvadora, la esperanza de recuperar lo perdido.
Y por medio de los profetas va anunciado este cumplimiento, la llegada del momento definitivo del abrazo del hombre y Dios. Avisan que no somos gente de desesperación ni de tristeza, que nuestro horizonte es luminoso, una luz que comenzará a brillar con una potencia inextinguible en un establo de un casi desconocido lugar de Galilea.
Y Dios utilizará a aquellas personas que sean precisas. La fuerza profética de Juan el Bautista, la confianza generosa de San José, el si maravilloso y trascendental de María. Son instrumentos libres y magníficos para Dios, que se han ofrecido a su voluntad siempre amorosa para nosotros.
Por eso es tan horrible y tan absurdo nuestro pecado, tan sinsentido. Porque es despreciar esta ofrenda generosa de tanta gente que se pone en las manos de Dios para que Él elabore nuestra redención definitiva. Es tan estúpido nuestro pecado porque estamos cambiando el tesoro más maravilloso imaginable, por un poco de basura, porque aunque nos parezca bello eso que el mundo nos da, antes o después se corromperá, se destruirá dejándonos las manos vacías, manchadas y pestilentes.
Dios cumple su promesa, nos llama a volver a Él, y lo hace de la única forma que sabe hacerlo, amando, su único instrumento. Amándonos a los que estamos lejos de Él, amándonos a pesar de haberle dado la espalda, amándonos porque siempre espera, porque cree que podemos cambiar, encaminar nuestros pasos hacia ese amor que no ha parado de darnos.
Dios cumple su promesa. Nunca ha dejado de hacerlo, porque nunca nos ha abandonado, porque siempre nos ha querido a su lado. Nos quiere con él, en su regazo, en su calor fraterno, sin parar de de enviarnos señales. Y la más luminosa es la luz de un establo de Belén.

Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.