Menu

viernes, 12 de mayo de 2017

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 7 de mayo, Cuarto de Pascua

CUARTO DOMINGO DE PASCUA
Es cierto que la imagen del pastor hay que explicarla un poco, porque ya no son tiempos en que los rebaños crucen las calles, como en mi infancia, cuando se sentían los cencerros de los carneros y los silbidos de los pastores. Algo que se repetía al atardecer cuando regresaban. Todos sabíamos que el pastor había estado todo el día pendiente de las ovejas, que tuvieran buenos pastos. Aguantando el calor o el frío, a veces debajo del aguacero, pero no se movía porque sabía que era el mejor pasto, no le importaba aguantar la lluvia y el frío. Todos los días, sin fiestas, a veces enfermo, pero salía un día y otro, porque sus ovejas lo necesitaban.
Pero el ejemplo vale igual que entonces, es quien da la vida por sus ovejas. Cuando me cuentan como Gregorio está casi como un vegetal, como se está apagando a marchas forzadas, entiendo todo. Su trabajo de tantos años, sus sufrimientos de los últimos años, al ver como desaparecía lo que había levantando durante años. Es ver al pastor que no se ha reservado en nada. A su modo y manera lo había entregado todo. Tanto que su mente no lo ha resistido. Como no lo puedo aguantar el corazón de su hermano.
Así lo expresa Pedro en aquel Pentecostés, cuando les dice que el mismo Dios ha dado su vida por ellos, que no se ha reservado nada. Que ha resucitado porque ante Él la muerte no tiene espacio. Pero tanto así que es una vida que nos regala a manos llenas. O en la segunda lectura. Cuando afirma que quien no conoció el pecado, cargó con las culpas y las causas de nuestros pecados.
Jesús es el Buen Pastor, el que no abandona ninguna oveja. El que da la vida por sus criaturas, el que carga con el sufrimiento de los que le han sido confiados. No escatima sufrimientos, martirio y muerte del modo más horrible. Porque él sabe que le han sido confiados, que a sus criaturas tiene que ofrecerles la vida eterna. Y si ello conlleva su propia muerte, para desde su muerte destruirla, lo asume. Solo, abandonado por los suyos, aquellos de los que confiaba, como decía hace poco. Pero resucita y se pone al frente, y les dice que es la puerta, la única puerta para pasar a la vida eternal que ha conseguido con la entrega de su propia vida. Por eso es el único pastor, Señor de la comunidad.
Y es este el día en que se no pide que recemos por las vocaciones consagradas, por aquellos que han decidido hacer de su vida un servicio a los demás. De ser pastores que ayudan a los demás, desde el carisma que el Espíritu Santo ha dado a cada uno.
Personas con sus grandezas y sus miserias. Con lo que tienen de Dios y lo que tienen de barro. Acertando en algunas ocasiones y en otras no. Pero siempre dependientes de su comunidad, que cuando lo deja solo se quedan sin nada. Oración por estas personas, oración por las comunidades cristianas.
Porque es una misión que recibimos todos el día de nuestro bautismo, cuando nos ungieron con el Santo Crisma. Ser pastores de nuestros hermanos. Que sus sufrimientos y alegrías no nos sean indiferentes, que somos responsables unos de otros, para formar esa gran familia.
Jesús es el Buen Pastor, y con Él todos nosotros, Conociéndonos como Él nos conoce a todos, amándonos como Él nos ama a todos. Siendo sostén unos de otros, como Él es sostén nuestro en nuestro momentos bajos, en nuestros momentos de dolor y miseria, amándonos con todas sus fuerzas, como sólo Él sabe amar, sin límites, sin guardarse nada para sí mismo
La Iglesia pide que recemos por nuestros pastores, personas frágiles y necesitadas como todos, que podían haber tomado otro camino, pero que han tomado este. Y en este camino, repito, precisan de su comunidad. Sin exigirles la perfección. O si no miremos en lo más profundo del alma de cada uno.
Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.