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martes, 5 de enero de 2016

Comentario de D. Santiago a las lecturas del miércoles 6 de enero, Epifanía del Señor

EPIFANÍA DEL SEÑOR 

Si en Navidad hemos celebrado el nacimiento de Jesús como Hijo del Hombre, la festividad de hoy, la Epifanía, es la celebración del nacimiento público de Jesús. Es el significado global de esta festividad, Dios toma estado público en el mundo, pero interpelando a la sociedad.
Es interesante observar como los Magos llegan del desierto para encontrar a un rey recién nacido, y vuelven al desierto después de haberle ofrecido sus dones. Porque Dios se les ha manifestado, eso era lo que buscaban y al encontrarlo vuelven felices.
Dios se manifiesta de muchas maneras a los hombres, casi podríamos decir que cada persona tiene una manifestación particular y única. Pero para que se produzca esa manifestación hemos de estar activos, estar en camino, buscando, como en un desierto particular del que queremos salir y del que sólo Jesús nos va a sacar.
Nosotros, caminando por el desierto de la vida, en constante búsqueda de una estrella que nos permita orientarnos, preguntando a unos y a otros, pasando por momentos difíciles y arriesgados. Tarde o temprano encontraremos el camino que nos lleve a Cristo, a este Dios que se nos quiere manifestar. No de una forma espectacular, sino en la propia vida. A través de un niño, de otra persona, de un trabajo, de un acontecimiento social… Todo puede ser signo e instrumento para esa manifestación de Dios.
Nosotros esperamos esa manifestación de Dios. Pero quizá ya se nos está manifestando, aunque nos falta algo para descubrirlo. Nos puede ocurrir que estemos frente a Él, pero no llegamos a convencernos de que el Gran Dios se nos manifieste de una forma humilde, en lo cotidiano.
Hay un detalle en la adoración de los Magos, en su encuentro con Jesús. Es que ellos abren sus cofres y ofrecen sus dones. No piden nada, no buscan nada para sí mismos. Sólo vienen a adorarlo y reconocerlo como su Señor. Vienen para dejar allí el oro, el incienso y la mirra. Se vacían de lo material para llenarse de ese Dios que han encontrado. A partir de ese momento el desierto al que vuelven ya no será un desierto, será un vergel.
Por eso nos cuesta tanto ver a Dios allí donde se nos manifiesta, porque no nos vaciamos de nuestra carga, de tantas y tantas cosas que hemos ido echando sobre nosotros, esos “tesoros” que tanto nos pesan y que se han convertido en una barrera, esos idolillos que se nos ponen como pantalla y que hay que eliminar para ver a ese Dios que se nos manifiesta.
No quiero dejar de comentar el otro sentido de esta fiesta. Los Magos son paganos de diversos sitios, extranjeros. Es la manifestación de la universalidad de la salvación que Dios trae. Algo que descubrió inmediatamente la comunidad recién nacida de Pentecostés, la primera Iglesia. Que tenían que romper las fronteras, que tenían que abrirse a todas las culturas, a todas las lenguas. Por eso nuestro compromiso como cristianos no lo podemos reducir a nuestra ambiente, porque donde haya una necesidad hay un hermano que ha de ser ayudado, y donde haya una tristeza o un sufrimiento, existe un hermano que ha de ser amado. Todo nos es propio, todo nos ha de ser familiar. Porque la Epifanía, la manifestación del Señor ha roto todas las fronteras de nuestro amor y de nuestro compromiso cristiano.
Santiago Rodrigo Ruiz

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