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viernes, 20 de noviembre de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo, 22 de Noviembre, Trigésimo Cuarto del Tiempo Ordinario y Solemnidad de Cristo Rey

DOMINGO XXXIV “CRISTO REY”

No se si es muy acertado llamar rey a  Cristo, pues es todo lo contrario de lo que entendemos como rey. Nada de poder, nada de gloria, nada de imposición de leyes o estilos de vida.
El reinado de Cristo es otra cosa muy distinta. En el diálogo entre Cristo y Pilato que nos muestra el evangelio de hoy, Pilato se queda desconcertado ante la respuesta de Jesús. Es como si le dijera que la razón fundamental es que su reino de no es de este mundo, porque quien quiere basar, fundamentar  su vida en lo humano solamente se equivoca. Pues todo lo que vemos es caduco, es efímero y siempre abocado a la muerte.
No podemos engañarnos, porque todos los seres humanos tenemos la sospecha de que todo lo que somos y las apetencias profundas de nuestro ser no puede ser frustrada de un modo. Hay mucho más de todo lo que vemos, de todo lo que podemos tocar o experimentar. Y eso es lo que nos dice Jesús, que no estamos equivocados, porque su reino está más allá de este mundo y nuestra vida debemos enfocarla en esta dirección que Jesús nos muestra, una dirección que nos lleva al reino de la verdad.
Jesús es testigo de la verdad de Dios. Dios puso en lo más profundo de nuestro corazón el deseo de supervivencia, de eternidad. Y Jesús es testigo de que ese Dios que nos puso el deseo, lo llenará, lo satisfará. Porque Él vino a instaurar un reinado sin fin. Pero ese reino no es de este mundo.
Es cierto que cristo es rey de reyes, pero su forma de gobierno es muy distinta a los poderosos de este mundo. Es un rey que come con los pecadores, está cerca de los pobres, anda por los caminos, no tiene donde reclinar la cabeza, cura, ama y disfruta de sus amigos, defiende al débil, se salta la ley del sábado para hacer el bien. Un rey que ha venido a dar testimonio de la verdad.
Este es nuestro rey y quiere instaurar su reino entre nosotros. Por eso hoy la Iglesia proclama a los cuatro vientos esta realeza de Cristo. Su reino no es de este mundo pero se construye en este mundo. Quien quiera pertenecer a su reino debe ser como el grano de trigo, que muere, crece, se hace espiga y da grano abundante. Y además nos da el modo de ser reyes.
Para ser rey como Cristo hay que comenzar por ser rey de uno mismo. Aceptarse como uno es, sin que nos asusten los errores, sino que éstos sean un camino de conversión. Sin preocuparnos de nuestras debilidades y nuestros defectos, ellos nos hacen personas frágiles pero maravillosas. Por eso tenemos que ver los aspectos positivos que tiene las cosas. La cosa más insignificante tiene su encanto, su lado positivo. No obsesionarse en el mal que nos rodea, porque vivimos en un mundo redimido.
Si queremos ser reyes y triunfar, debemos vivir el presente, sin lamentarnos por las pérdidas del pasado. Saborear cada minuto de nuestra existencia y verlo como un sinfín de oportunidades.
Si queremos ser reyes tenemos que aprender a no ser jueces de nadie, respetando a identidad de cada cual, pues todas las personas somos originales y con un sinfín de posibilidades de hacer el bien. Agradeciendo todo lo que recibimos de los demás, compartiendo con ellos la belleza de la fraternidad. Compartiendo la felicidad, agrandando nuestro corazón para que en él quepan todos y vivir como hermanos en el Reino de Cristo.

Santiago Rodrigo Ruiz

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