Menu

miércoles, 12 de agosto de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 16 de agosto, Vigésimo de Tiempo Ordinario

DOMINGO XX DE TIEMPO ORDINARIO

El pan es el símbolo elocuente que condensa en sí mismo todo lo que significa para el hombre la comida, el alimento. Porque para subsistir el hombre necesita comer y beber, así como una serie de bienes materiales, bienes que recibimos del trabajo de los demás, así como los demás lo reciben de nuestro trabajo.
El pan es el alimento que fortalece el cuerpo. Sobre la mesa se estrechan las relaciones humanas y se renuevan las amistades. El pan es vida, como lo fue para aquellos primeros seguidores de Jesús que saciaron su hambre con el pan y los peces.
En este domingo llegamos al punto culminante del discurso de Jesús en Cafarnaún, cuando afirma que Él es el pan de vida bajado del cielo y el que coma de este pan vivirá para siempre.
No es un pan cualquiera, es su carne como comida y su sangre como bebida. Es el pan ofrecido y sacrificado en la cruz. Un pan puesto en la mesa redonda del mundo, para que los creyentes en Cristo puedan comer y saciar su hambre de vida eterna. El que come de este pan se entrega como Jesús, se hace ofrenda para los hermanos.
Estamos hablando de un alimento que es la sabiduría de Dios, el que nos abre las puertas a la relación con Dios desde los hermanos. Porque a la luz de la experiencia del trato con la persona de Jesús de Nazaret, los primeros discípulos, así como los cristianos de las primeras comunidades, vieron en Jesús esa sabiduría de Dios. Él les había descubierto una serie de experiencias nuevas, imposibles de imaginar, pues Jesús ha desbordado todas las expectativas sobre por qué y por quién merece la pena arriesgarse.
Las palabras de Jesús cuando nos dice que sólo quien come su carne y bebe su sangre tiene vida en sí mismo, son una promesa. La nueva vida y el nuevo modo de saber vivir que descubrimos en Jesús, no son un sueño ni un ideal inalcanzable, tampoco un entusiasmo pasajero. Es algo auténtico, algo por lo que vale la pena arriesgarse.
La vida de Jesús es auténtica, es real, es una entrega total como Jesús que parte su pan con los hambrientos. Quien come este pan eucarístico sabe compartir el pan material. Quien come el pan bajado de cielo, realiza el milagro  de multiplicar los panes entre los hambrientos de nuestra sociedad actual. Porque el pan de vida elimina la muerte definitiva, pero una muerte que comienza aquí, en las necesidades de todos los desposeídos.
La mesa de Cristo es una mesa amplia, en la que han de sentarse todos, han de comer todos, porque hay comida para todos.
Estamos muy acostumbrados a ver en los medios de comunicación a tantos y tantos, especialmente a los niños y a los más débiles, como carecen de los medios más elementales de subsistencia. Han sido apartados de esa mesa grande de la humanidad, donde hay comida y bebida, donde hay educación y sanidad, donde hay elementos que dignifican la vida
Por eso, si queremos acercarnos a la mesa de Cristo. Si queremos comer su cuerpo y beber su sangre, ese alimento de vida eterna, tenemos que estar dispuestos a compartirnos con el hermano desposeído. Es más, tenemos que estar dispuestos a ser, como Jesús, ser comida y bebida para el hermano hambriento. Así podremos tener todos el alimento de la vida eterna.

Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.