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jueves, 15 de enero de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 18 de enero, Segundo del Tiempo Ordinario

TIEMPO ORDINARIO SEGUNDO DOMINGO

Juan está con dos de sus discípulos, les muestra a Jesús y se lo señala como aquel a quien esperaron los tiempos. Ellos lo siguen, no saben a donde, no saben para qué, sólo aquello que les ha dicho Juan y lo único que se les ocurre preguntar es donde vive, y él sólo les dice que lo sigan.
Como en aquellos tiempos de Samuel ya no se oye la voz de los profetas, el pueblo sólo escucha a los sacerdotes y a los maestros de la ley, pero eso les suena a hueco, no identifican en esas palabras a Dios que les hable, que se quiera comunicar con ellos. No encuentran una enseñanza con autoridad, con la autoridad de quien enseñe con la palabra de Dios, no con su propia doctrina. Por eso Juan repite una y otra vez que él no es el que se esperaba, que su palabra es sólo una invitación a la conversión. Pero también afirma que Dios ya está con  nosotros, que el que anunciaron los profetas está allí, aunque él no es digno ante Él, porque Dios ha visitado a su pueblo.
Por eso los discípulos siguen a Jesús confiados, esperanzados de que por fin Dios ha cumplido su promesa, y que ellos tienen un papel en este momento redentor, en este tiempo de salvación, se fían, siguen a Jesús sin preguntarle para qué, quieren ser instrumentos en sus manos.
Iniciamos el llamado Tiempo Ordinario, no es un tiempo sin sentido, monótono, sino el momento de construir el Reino de Dios con todo lo que hemos recibido en esos tiempos de Adviento, Navidad, se continuará con Cuaresma y Pascua. Pero es el tiempo de hacer.
Imaginaros un gran proyecto, una gran obra. Llega el momento de presentación, de primeras piedras, etc. Todo muy solemne y muy emotivo. Pero al día siguiente comienzan a llegar los materiales y los trabajadores, que de una forma monótona, ordinaria, día a día, hacen realidad aquel gran proyecto. Que una vez terminado será inaugurado por los importantes y nadie recordará a aquellos que de una forma anónima la hicieron realidad, pero serán los autores de verdad.
Dios, Jesús, nos sigue llamando, sigue insistiendo que le somos necesarios para establecer su reino, para que su Palabra llegue a nosotros, para que su salvación alcance a todos, para que su mundo de amor y misericordia sea construido, un mundo donde los hombres sean realmente hermanos.
Nos quiere trabajadores que no busquen la notoriedad personal, “ordinarios” que sean gente dispuesta a poner “toda la carne en el asador” dispuestos a anunciar el Reino con su palabra y especialmente con su vida. Y si le preguntamos cómo hemos de hacerlo nos dirá: .-“Vivid con todas vuestras fuerzas y lo veréis, veréis crecer el grano para convertirse en espiga, de un modo silencioso y discreto, pero inexorable”-.
Pide que lo sigamos como voluntarios generosos y alegres, confiando que la misión que nos espera es la más grande, seguros de quien nos llama, seguros de que la persona de Cristo es la esperanza cumplida. Seguros que seguirlo es lograr la más perfecta de las felicidades, la más inmensa de las alegrías.
Nos pide que lo sigamos en lo monótono de cada día para convertirlo en una aventura luminosa. Nos dice que no hay un tiempo ordinario, oscuro. Como el grano de trigo cuando está bajo tierra, invisible a todos, pero que está dando el milagro de la vida y la alegría de la espiga, plena de esa realidad feliz que Dios quiso para nosotros y por lo que creó todas las cosas.

Santiago Rodrigo Ruiz

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