Menu

jueves, 16 de octubre de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 19 de octubre

VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión en que una chica, muy comprometida en la parroquia, se presentó como candidata por un partido totalmente opuesto a lo que la Iglesia dice y predica. Cuando se lo hice ver me dijo muy tranquila: .-Yo se perfectamente dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar-. Claro la cosa fue imposible y tuvo que optar por una de las opciones.
Siempre que se ha querido mezclar la religión y la política nunca ha funcionado, son caminos muy distintos, pero no son indiferentes el uno al otro. La religión no se debe dedicar a organizar y gestionar la sociedad, pero si puede iluminar al dirigente para que tome el camino que más beneficie a los ciudadanos.
Aunque los políticos rara vez se han resignado a dejar la religión fuera, se sienten legitimados por la divinidad. Hasta hace poco las monedas ponían el nombre del dirigente con la leyenda “Por la gracia de Dios”. Es decir, ungidos y establecidos por el mismo Dios que justificaba su existencia y su hacer.
Pero, desde el principio de los tiempos, han pasado los imperios, las dinastías, los regímenes, y Dios sigue inmutable. Ellos quisieron domesticar a Dios, y Dios los superó, siempre dejó al descubierto sus maldades. Por eso siempre persiguieron a aquellos que, iluminados y enviados por Dios, denunciaban sus maldades, sus injusticias, sus atropellos. Pero conforme mataban a un profeta aparecía otro que ocupaba su lugar. A Dios nunca se le puede callar, siempre va a defender a sus criaturas, siempre va a estar de lado del justo, siempre va a echar en cara las maldades. Ellos en muchas ocasiones se sienten seguros y por encima de todo. No hace mucho, cuando yo le afeaba a un político una decisión de su partido, me contestaba con ironía: .-Para las elecciones esto está olvidado, y al fin y al cabo, a los católicos no os queda más remedio que votarnos-.
Como diría Santa Teresa de Jesús, “vivimos tiempos fuertes”, en los que los católicos no podemos dejar al “Cesar” que haga lo que quiera. Todo es de Dios, hasta el mismo Cesar, todo tiene que servir para establecer entre todos los hombres el Reino de Dios, que su amor y su justicia se establezcan, ya que son lo único que puede hacer al hombre feliz. El amor y la justicia divina, la que Cristo nos trae, la que se prolongará más allá de los tiempos, Es la única norma que puede eliminar las desigualdades en la tierra, esas diferencias de todos los tipos que tanto hacen sufrir.
No existen varios señores en el mundo. Él es el único Señor, porque parte dando su vida por amor, entrando en la muerte para destruir la muerte, dando la única norma que ha demostrado estar por encima de los tiempos y de las ideologías. Amarnos unos a otros, por encima de todo. Es la norma que nunca morirá, pero amando al estilo de Cristo, sin reservarnos nada para nosotros y recibiendo del hermano la totalidad del amor.
Siempre que la convivencia parte desde esta categoría, el bien está asegurado. Y cuando surge el pecado, que siempre surgirá porque el demonio no va a descansar, al perdón y la misericordia, el arrepentimiento y la reconciliación volverán las cosas a su cauce.
Siempre que el Cesar se deje iluminar por la luz amorosa de Dios, su motivo no será el poder, sino el servicio. Las ideologías se concentrarán en lo que tienen en común, en lo constructivo, lo que de una forma lenta pero inexorable hará del mundo una familia. La familia de los hijos de Dios.

Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.