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viernes, 7 de marzo de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 9 de marzo

CUARESMA, PRIMER DOMINGO

Recuerdo en una ocasión, en que un grupo hablábamos de un político local que había tenido muchos problemas. Uno del grupo dijo: .-Si es que cuando el poder y el dinero te lo ponen en bandeja, es muy difícil aguantarse. Este jodío no se aguantó y ya veis lo caro que lo va a pagar-.
Hoy todas las estadísticas dicen que una de las cosas que más repugna al ciudadano es la corrupción. Y parece como si fuera inevitable que desde las alturas la gente se corrompa, y a cualquier tipo de altura. Sea desde el poder político, social, económico… es como si se diera carta blanca para ir más allá de lo que se debe hacer.
Sería injusto afirmar la corrupción en todas las personas que se mueven en esos ámbitos, pero es en ellos donde el demonio encuentra un terreno, no abonado, sino abonadísimo.
Es el mismo argumento que utiliza el diablo para tentar a Cristo. Se le ofrece facilitarle su misión, darle todos los medios necesarios para conseguir la conversión de lo pecadores y la sumisión de la humanidad. El único precio a pagar es convertirse en un demonio como él, que desde el dinero, el poder y la gloria puede someter al género humano.
Pero la reacción de Cristo desconcierta al Tentador. Porque su decisión es todo lo contrario. Desarrollar su labor como siervo, y un siervo sufriente. Alguien que se pone al final de la cola para que nosotros fuésemos los primeros. Alguien que echa sobre sí todos los pecados, para que nosotros podamos ser justificados, hechos justos. Alguien que se somete en el negro pozo del dolor y de la muerte para que nosotros podamos salir a la luz de la vida. Jesús si supo entender y descubrir al demonio en esa tentación, desarmarlo para siempre. Por eso todos los encuentros acababan con la derrota de Satanás.
Me contaba un padre con tristeza, que se había empeñado toda su vida de que a sus hijos no les faltase de nada, y lo habían tenido todo, todo menos a su padre, al que siempre lo encontraban ocupado en darles de todo menos a sí mismo. Y me lo decía mientras empujaba la sillita de su nieto, al que señaló como diciendo que la historia se volvía a repetir.
El demonio siempre nos va a tentar de la misma manera. Ofreciéndonos el dinero, el poder y la gloria. Pero nosotros lo podemos desarmar diciéndole que tenemos un tesoro infinitamente mayor que el que nos ofrece, nosotros mismos, para darnos, para ofrecernos al hermano, buscando su bien, su alegría y su esperanza.
Pero, naturalmente el demonio nunca tira la toalla, se mantiene duro y tenaz, a alguien convencerá, para destruir su esencia divina y hacerlo esclavo incondicional suyo. Y, naturalmente también, dispondremos de Cristo que nos va a seguir marcando la senda de la verdadera dicha, que puede tener sus dificultades, pero en la que nunca nos va a faltar esa ayuda insustituible del amor divino. Sabiendo que esa cruz, que a veces nos parece tan pesada, la lleva Él en su mayor parte.
A lo largo de nuestra vida nos vamos a encontrar con miles de ofertas. Y el mejor sistema para saber si son un don de Dios, o una estratagema del demonio, es ver si el fruto hace feliz al hermano. Aunque a veces esa felicidad la tengamos que amasar con nuestras lágrimas, pero unas lagrimas cuyo fruto es la vida en Cristo.

Santiago Rodrigo Ruiz

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