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viernes, 16 de agosto de 2013

Comentario a la Asunción de la Virgen

ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Recuerdo en una ocasión, a la salida de la misa de la Asunción de la Virgen, se me acercó uno y me dijo: .-Si los curas dijeseis las cosas y tuvieseis las cosas tan claras como la Virgen María, qué pasaría-. No me quedó más remedio que decirle que en la historia de la Iglesia ha habido mucha gente que ha entendido así las cosas y a esos les hemos puesto un nombre. El otro me dijo qué nombre. Yo le dije MÁRTIRES.
Cuando se va leyendo el Magníficat uno va sintiendo una cierta desazón, una inquietud, un descolocarnos que nos lleva a sentir una vergüenza infinita, al ver lo que estamos haciendo con el Evangelio y encima tenemos la desfachatez de llamarnos cristianos.
La Virgen María, la más grande de todos los nacidos, la que el Señor cuida desde el principio de los tiempos, se llama “la esclava”. Mientras que nosotros siempre queremos que se nos sometan todos aquellos que no piensan como nosotros o sienten distinto. Nos sentimos señores sin aceptar una contradicción y miramos con desprecio a los “otros”.
La Virgen María siempre se ofreció como un instrumento, libre, en las manos del Señor. Para que él dispusiese de su libertad. Para que obrase como quisiese por su medio, que la utilizase a su voluntad, barro blando en las manos del Señor, sin ofrecer resistencia. Porque sabe que Dios es amor y misericordia y todo lo que salga de su corazón es felicidad para todos.
La Virgen María sabe que nuestros valores, que nuestras escalas de importancia, no son los suyos. Que Dios va a descolocarlo todo, que le va a dar la vuelta a la cosa. Que a los “importantes” él los va a medir con el rasero de la bondad de su corazón, esa es para Dios la única importancia, el único valor que se mira.
Que aquellos que son humildes, los que saben de sus grandezas y sus miserias, los que comienzan cada día pidiendo ayuda para iniciar la tarea, pero que son ellos los que mueven el mundo, los que lo llevan adelante, pero sin mirar en su propio beneficio, sino en el bien común. A eso es a los que el Señor levanta del polvo y los pone junto a si, porque sabe que sólo ellos van a llevar adelante su plan de salvación preparado desde el principio de los tiempos. Y los llena hasta el colmo de sus bienes.
Como decía aquel amigo, a la Virgen María se le entienden todas las cosas, se sabe perfectamente por donde va y cual es el camino que Dios quiere para nosotros.
Por eso Dios la cuidó y la protegió en todo instante. El pecado no encontró espacio en ella, y la muerte no pudo desfigurarla. ¿Cómo iba a deformar la muerte ese cuerpo que fue el sagrario donde se alojó el mismo Dios? El tabernáculo maravilloso donde la Palabra eterna tiene el más grande de los espacios.
Pero lo más grande, es que con ese camino que María estrena hacia el cielo, es la senda por donde hemos de ir todos, el camino que nos va a llevar a la presencia del Dios de las misericordias, donde todos somos felices y que Ella abre para que la podamos seguir.

Santiago Rodrigo Ruiz

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