DOMINGO DIECIOCHO DEL TIEMPO ORDINARIO
Leyendo el Evangelio de este domingo uno se tiene que plantear en qué basamos la seguridad del presente y del futuro. Qué tipo de seguridad es la que queremos.
Más que nunca se ofrecen planes de pensiones, seguros de vida, fondos de inversión. En resumen, asegurarnos los medios materiales para poder “vivir cuando no nos valgamos”. Yo no digo si esto está bien o está mal. Al fin y al cabo nos hemos pasado la vida laboral pagando a la Seguridad Social para tener una pensión en la vejez. Tener una cantidad segura de dinero para poder vivir, más o menos bien.
Sin embargo no nos hemos asegurado el futuro en nada. Tenemos una sociedad que se libra de todo aquello que no le es rentable, que le impide el gozo inmediato. Residencias de ancianos por todas partes, donde apartar a aquellas personas que nos lo dieron todo y dependen de nuestro amor, pero no lo encuentran. Y esta sociedad la hemos creado nosotros, los mayores. En un momento apartamos del corazón de los hijos y los nietos, la generosidad y la entrega amorosa. Esa que nos hizo cuidar con cariño de nuestros mayores en nuestras casas. Que mal “plan de pensiones nos creamos”.
Creo que es el momento de comenzar a gastarnos lo que somos y tenemos en esperanza y vida. Sembrar alegría en todo aquellos que nos rodea. Recuperar la generosidad y la entrega amorosa. Vivir al día en alegría, gastarla totalmente en cada jornada porque mañana podremos estrenar otra.
Ser conscientes que el amor al prójimo cuanto más se da más crece. Cuanto más damos más tenemos. Tener una inmensa fortuna acumulada en el corazón de todos, en el corazón de Dios.
Darnos constantemente, pero al mismo tiempo, empapar a los otros ese ambiente de generosidad del que Dios es el origen. Él no acumuló nada para el mañana. Se gastó totalmente en nosotros. Se nos dio absolutamente y se nos sigue dando en cada momento.
Crear esa sociedad en la que unos se puedan apoyar en los otros. Donde la seguridad del mañana se base en el amor del presente. Donde miremos al Señor como el único aval del futuro, como la única garantía que nos prometa ese futuro de alegría que se consigue, cuando se ha gastado la vida en amor a los otros, y sentirnos seguros en las manos de Dios.
Santiago Rodrigo Ruiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.