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jueves, 15 de agosto de 2013

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 18 de agosto

DOMINGO VEINTE DEL TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión en que estábamos un grupo hablando, cuando llegó uno quejándose de cómo lo había tratado su cuñado. Uno del grupo le dio toda la razón. Al poco llegó el cuñado y nos contó su versión, el mismo de antes también le dio la razón. Cuando se fue otro del grupo le dice: .-Macho, tú te has empeñado en llevarte bien con Dios y con el Diablo al mismo tiempo-.
Todos queremos la paz y la armonía, pero no a cualquier precio. Todos queremos llevarnos muy bien con todos, pero no podemos condescender con todos ni con todo. Son tiempo de definirnos, de hacer una opción clara por Cristo y su Evangelio.
Son tiempos de denunciar claramente la injusticia, los abusos, la corrupción, el pecado en suma. El cristiano ha de ser una persona de paz, pero desde una confrontación clara con un mundo que quiere borrar a Dios de todos los ámbitos sociales. Una confrontación con aquellos que están empeñados en borrar todos los valores, en devaluar todas las virtudes.
Tenemos que ser gente polémica en nuestro estilo de vida. El cristiano ha de llamar la atención en su estilo, ha de chocar con el modo de vida de los demás, ha de molestar a todos los que quieren ir de buenos sin renunciar a nada de este mundo egoísta y consumista.
Porque podemos ser causa de escándalo y decepción de aquellos que quieren buscar a Cristo, de aquellos que tienen necesidad de Dios en sus vidas. En una ocasión fui testigo de una disputa de un adolescente y su madre, que le regañaba por no haber ido a misa el domingo. El chaval le respondió: .-Si tú, que dices ser católica practicante, vives igual que la tía Enriqueta que es una atea convencida, para qué me sirve a mi tu fe-.
Ese puede ser el gran problema, que nuestra comodidad, nuestra indiferencia, se convierta en un auténtico fariseísmo.
No nos tiene que dar miedo enfrentarnos a quienes niegan la presencia de Dios en el mundo. Nuestro martirio es necesario. Si no un martirio cruento, si un martirio sociológico. Ser causa de ataques, de desprecios. De marginaciones por la fe en Cristo. Por vivir según él nos dejó marcado, por defender a nuestras creencias, tanto con la palabra como con el estilo de vida. Que incomodemos a todos los que viven sólo para ellos, a todos los que no son capaces de tender la mano al hermano que suplica, a todos los que quieren sembrar una cultura de muerte.
Que incomodemos a los que piensan que el mundo está para su exclusivo placer, a todos los que se han fabricado su propio Dios y lo adoran sin necesidad de amar al prójimo.
Que prendamos fuego al mundo. Pero con el fuego del Espíritu, ese fuego que arde en todos los corazones generosos, en todos los corazones compasivos, en todos los corazones que no se conforman con que el dolor campe a sus anchas y se empeñan en ser bálsamo saludable para todo el que sufre.
Es cierto que este amor va a encontrar una férrea oposición. Es un tiempo de lucha para que el Reino de Dios encuentre un espacio en todos. Y en esa lucha está Cristo, hombro con hombro con nosotros.

Santiago Rodrigo Ruiz

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