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jueves, 6 de junio de 2013

Comentario de D. Santiago a la lectura del Domingo

DOMINGO DÉCIMO DE TIEMPO ORDINARIO

Con la Solemnidad del Corpus Christi, volvemos al llamado Tiempo Ordinario, en el que no se dan celebraciones especiales, sino las dominicales, en las que, aunque no son de menor importancia, vamos viendo a Cristo en su obra salvadora de una forma continuada.
En este Décimo domingo la Palabra de Dios nos habla de la Vida, así, con mayúsculas, como el don más perfecto que hemos recibido.
El profeta Elías va a sanar al hijo de aquella viuda que lo había acogido. Jesús vuelve a la vida al hijo único de una viuda de Naín. Porque en ambos casos la muerte no podía ser la señora, había de ser vencida, destruida. Dios es el Dios de la vida, en ello se basa su obra desde el primer instante de la creación, hasta la Pascua de Cristo.
En una ocasión hablaba yo con un musulmán, el himán de una mezquita, y me decía que una sociedad que mata a sus hijos antes de nacer no tiene derecho a existir. Yo le dije que esta sociedad era una sociedad de vida. Mucha gente cree que la violencia puede solucionar algo, y la mayor de las violencias imaginables es el aborto, la muerte del inocente indefenso, pero esto era la parte más oscura y sombría de nuestro mundo. Él me dijo que muchos cristianos también estaban de acuerdo con el aborto y la eutanasia. Yo le dije que cristianos sólo de nombre, nadie que apoye ese horror puede decirse miembro de Cristo en su Iglesia.
Es cierto que mucha gente quiere crear una sociedad de muerte, para que la vida de algunos sea más placentera algún tiempo, pero incluso ellos serán víctimas de su cegazón, porque serán víctimas de este mundo que quieren crear y que los destruirá.
Jesús es el Señor de la vida. Una vida vivida aquí en plenitud. Una vida que se convierte en maravillosa cuando se entrega a los demás, cuando se lucha por la felicidad y el bienestar de todos.
Cuando cada segundo martes de mes, el día de reparto de alimentos en Cáritas, ha terminado todo, veo a las componentes del equipo con cara cansada pero feliz. Son conscientes de que han aportado un poquito de esperanza en personas a la que la vida maltrata. Ha sido un tiempo regalado con amor, un tiempo en el que se ha estado sembrando la vida.
En la segunda lectura, S. Pablo se da cuenta de que antes estaba muerto al amor de Dios, pero que su encuentro con Jesús lo había devuelto a la vida, y ahora su existencia no podía ser otra que predicar a Cristo, el Señor de la vida.
Jesús nos invita a defender siempre la vida de los demás. Pero también nos invita a convertir la nuestra en un manantial de amor y generosidad, de solidaridad y lucha por el bien de todos.
Porque nuestra vida es un don de Dios, un regalo que él nos hace para que la vayamos agrandando y embelleciendo. Y que mejor forma de hacerlo si la hacemos un instrumento para que todos los que nos rodean sean mejores y más felices.
Jesús nos hace la más hermosa de las invitaciones, ser instrumentos de vida en este mundo, para poder mirarnos a la cara con ojos limpios.

Santiago Rodrigo Ruiz

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