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viernes, 20 de mayo de 2016

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 22 de mayo, Solemnidad de la Santísima Trinidad

SANTÍSIMA TRINIDAD

Durante toda nuestra vida tendemos a racionalizarlo todo, a que todo se pueda explicar como si fuese una cuestión matemática que ha de dar un resultado inequívoco. Sin embargo conforme vamos creciendo, conforme vamos cumpliendo años, vemos que la razón tiene un límite.
Por qué rechazo yo a esta persona, que por cierto no me ha hecho nada. No es más buena ni más mala que yo mismo si lo analizo con honradez. Sin embargo todo lo que hace y dice me pone en guardia, siempre veo el aspecto más negativo, sin buscar el positivo, que lo tiene.
Si hablamos del amor es lo mismo. Porque amar a personas que nos han hecho cosas buenas, eso no es amor, eso es intercambio. El amor es gratuito, no es posible razonarlo. Por eso nos enamoramos de esta persona o de esta situación concreta y dejamos de lado otras personas u otras opciones que no son peores. Vuelvo a repetir que la razón tiene un límite.
Al proponernos la liturgia la celebración de la Santísima Trinidad, pretende que miremos nuestra fe como un conjunto en el que se mueven el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero no nos vamos a preguntar como se concilia la unidad de Dios con tres Personas distintas. Porque la Biblia, la Palabra de Dios nos propone un Dios que realiza la salvación en medio de los hombres, un Dios que llama e interpela para que el hombre se encuentre consigo mismo.
Pero sólo el amor es capaz de explicar el misterio de la Santísima Trinidad. El Papa Benedicto XVI lo explicó maravillosamente en el ángelus del 7 de junio de 2009: “Hoy contemplamos la Santísima Trinidad, tal como nos la ha hecho conocer Jesús. Él nos reveló que Dios es amor “no en la unidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola sustancia: es Creador y Padre misericordioso; es Hijo unigénito, eterna Sabiduría encarnada, muerto y resucitado por nosotros, por último es Espíritu Santo que todo lo mueve, el cosmos y la historia, hacia la plena recapitulación final. Tres personas que son un solo Dios, pues el Padre es amor, el Hijo es amor, el Espíritu Santo es amor. Dios es todo amor y sólo amor, amor purísimo, infinito y eterno. No vive en una espléndida soledad, sino más bien en una fuente inagotable de vida que incesantemente se entrega y se comunica… En todo lo que existe se encuentra, en cierto modo, impreso el “nombre” de la Santísima Trinidad, pues todo el ser en relación, y hasta las últimas partículas es ser en relación… todo procede del amor, tiende al amor, y se mueve empujado por el amor…”
Si la voluntad de Dios siempre ha sido liberar al hombre de lo que lo esclaviza, de lo que lo ata al pecado y a la muerte. Ese hombre liberado es liberado por Dios. Por eso celebrando la festividad de la Santísima Trinidad nos debe quedar claro que Dios siempre se ha preocupado por nuestra liberación por nuestra vida, por la auténtica vida, esa vida que el Papa Benedicto nos decía que es amor, sólo amor, debemos vivirla en comunidad, como Dios es comunidad. Por eso cuando el sacerdote al inicio de la misa dice que la gracia del Padre, el amor del Hijo y la santidad del Espíritu Santo, esté con nosotros. Seamos conscientes que es el manantial del amor de Dios que se ha derramado en nuestros corazones, para nuestra vida, nuestra auténtica vida.

Santiago Rodrigo Ruiz

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