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sábado, 6 de febrero de 2016

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 7 de febrero, Quinto del Tiempo Ordinario

QUINTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Jesús utiliza este término de pescadores de hombres, porque, como buen pedagogo, parte de la realidad que lo rodea. Hoy este término es difícilmente comprensible. Si la gente supiese que vamos tras ellos para “pescarlos”, para introducirlos en nuestra red, en nuestro grupo, protestaría y no les faltaría razón. Pero no es eso lo que Jesús quiere decir, ni dice.
Lo que nos recuerda es que se es cristiano para transmitir la fe. En la Iglesia, en la comunidad de Cristo, no puede existir una parte activa que trasmite la fe, siempre minoritaria, una gran mayoría que vive su fe de un modo pasivo, cumpliendo ciertas normas y mandamientos. Con un clericalismo que asume en sí toda la autoridad ante un pueblo casi sumiso que acepta y pasa del resto de la misión. Hacer lo posible para “mi salvación” y no inmiscuirme ni sentirme implicado en lo que es la Vida del Reino de Dios.
Jesús siempre invita a seguirlo libremente, nunca se interesa por el número de seguidores que tiene, siempre fue un número muy reducido el que tuvo a su alrededor. Este texto nos invita al Espíritu que nos acompaña, invitar a todos a descubrir la grandeza del Reino de Dios, que penetre en los corazones, que los purifique de todo lo que los deshumaniza, que se abran a las necesidades y alegrías de todos los hermanos. Jesús nos invita a trabajar en su misma empresa, con Él y por Él.
Constituimos la Iglesia, pueblo activo de Dios en todos los aspectos. Escuchar la palabra, hacerla nuestra, acercarnos al prójimo, para desde la oración y la vida firme y consecuente, trasformarla en misericordia, la misericordia de este Dios que nos busca para ir con nosotros.
Por eso no quedarnos en casa, al calorcito de una vida aburguesada y mediocre que no nos lleva a ningún sitio. Porque el nos quiere empujando en el carro de la fe, con las fuerzas que da la caridad. Personas que no nos asusten los riesgos, para abrir caminos nuevos para los hombres de hoy. Sin buscar el éxito, porque sabemos que con nuestras solas fuerzas no iremos a ningún lado, pero sabiendo que con su empuje si llegaremos a la meta.
Vivimos tiempos de dificultades, por eso son tiempos de riesgo, es lo que lo hace un tiempo de valentía, esa valentía que no busca el triunfo y que por eso nunca sentirá la frustración y el fracaso. Sabremos que hemos “echado nuestras redes”, pero sabiendo que el resultado está en sus manos.
Por eso nos debe admirar la grandeza de Pedro al ver el prodigio, postrarse ante Jesús y reconocerse pecador, reconocerse incapaz de ir en compañía de ese hombre que ha cambiado todo para darse a conocer.
Pero Jesús no desecha a nadie, para él todos somos necesarios en ese proyecto, en esa obra de Dios, en esa tarea de mostrar la grandeza de quien te ofrece la libertad, la libertad de seguirlo, la libertad de sentirte amado por Él y de trasmitir ese amor a todos los que encuentres en el camino de la vida. La invitación a ser uno con Jesús que entiende que todos los hermanos han de conocer, sentir y vivir el gran proyecto de Dios. Y es adaptar nuestra responsabilidad en el camino de la renovación nuestra y del mundo, donde nuestro pecado no nos ha de apartar de Cristo.

Santiago Rodrigo Ruiz

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