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jueves, 4 de junio de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 7 de junio, Solemnidad del Corpus Christi y Día de Cáritas

CORPUS CHRISTI DIA DE CÁRITAS

Hay un hecho sorprendente en los últimos decenios entre los católicos de occidente. El abandono de la misa dominical. La gente se confiesa católica, pide le sacramento del matrimonio, el bautismo para sus hijos, al mismo tiempo que se confiesan “católicos no practicantes”, es decir que no pisan la iglesia para la celebración eucarística.
Son muchos los niños que quieren recibir la primera comunión, pero cuesta un gran esfuerzo el que asistan a misa, y la triste realidad es que, en su inmensa mayoría, tras la celebración suelen retirarse de la celebración eucarística.
Por otro lado, aunque no se cuestione la presencia de Cristo en la Eucaristía, son pocos los que se acercan a adorarlo. Vaya un ejemplo, siguiendo con los Jueves Eucarísticos, todos los jueves se expone el Santísimo Sacramento una hora en la parroquia, a las cinco en invierno y a las seis en verano, y nunca llegamos a la veintena de personas las que pasan a adorarlo. Es cierto que a muchos les puede venir mal el horario, pero no a todos los que acuden a misa el domingo, sólo digo a los que acuden a misa el domingo. El caso es que Cristo no los convoca, no se sienten llamados por Él.
Yo no soy quien para poner alternativas y soluciones. Pero creo que es algo que nos tenemos que plantear, porque estamos hablando del núcleo central de nuestra fe católica, del eje que todo lo mueve, del fundamento que basa y alienta el ser y el vivir de los hijos de Dios.
Desde mi ignorancia a incompetencia me voy a atrever a un juicio. Vamos a misa y comulgamos para ser mejores, pero en muchas ocasiones ese ser mejores sólo se queda en ir a misa y comulgar, nuestra vida no se distingue del más circunspecto increyente, rara vez hacemos vida lo que recibimos.
Ante el pecado del mundo, Dios no nos dio una bendición solemne y nos dijo que estábamos redimidos, se hizo hombre, se encarnó, compartió y vivió nuestro dolor, nuestros problemas. Y desde ese dolor, desde ese compartir, redimió al hombre y perpetuó su presencia en el pan eucarísitico, como señal de su presencia eterna, de su comunión con nuestros sufrimientos y como origen y meta de nuestras esperanzas.
Estamos ante la fiesta del Corpus Christi. Recordatorio de lo que es Cristo entre los hombres, de lo que ha de ser la Eucaristía para todo el que se confiesa cristiano. Encarnar a Cristo en nuestra existencia, que sea el eje y el motivo de nuestra fe, pero también de nuestro estilo de vivir.
Por eso se ha unido, igual que el Jueves Santo, a Cáritas. Porque es en la caridad donde se ve nuestra autenticidad, es en nuestro modo de amar y de compartir donde la gente puede adivinar que seguimos a Cristo. Es siendo uno con el hermano, especialmente el que más sufre y el más necesitado. Compartiendo nuestro pan y nuestro tiempo como Cristo, con el “cristo” que nos tiende la mano en el camino de la vida.
Si vamos a misa, si comulgamos, con un estilo de vida de circunspectos burgueses, que consumen todo lo que se pueden permitir, pensando sólo en si mismos, nuestra oración puede llegar a ser usar el santo Nombre de Dios en vano. Pero si nuestro vivir la Eucaristía, nos ha transformado en ofrenda al más pobre, entonces seremos creíbles y la misa será importante para todos. Porque se verá a Cristo actuar en nosotros y se llenará la Iglesia.

Santiago Rodrigo Ruiz

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