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jueves, 7 de mayo de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 10 de mayo, Sexto de Pascua


SEXTO DOMINGO EN EL TIEMPO PASCUAL

Que hermosísima esta situación en la primera comunidad, en la Iglesia naciente. Ver como el Espíritu Santo va a ser derramado sobre todos los hombres, sin mirar quienes eran, judíos o gentiles. Él nos hizo a todos para el amor, para gozar de las maravillas de la creación. Sin embargo el pecado lo destruye todo, hace que el hombre aborte el plan de alegría y vida de Dios para nosotros. El pecado cuando irrumpe entre nosotros va borrando, de una forma lenta pero eficiente todo resquicio de vida, todo asomo de esperanza, hasta dejarnos reducidos a seres que sólo pueden disfrutar del momento, pero un momento sin horizonte.
Sin embargo, ante esa situación de desesperanza, ese hacer destructor del pecado y el mal que introduce en el mundo hay una solución. Existe un antídoto para ese poder. El amor que todo lo puede, el amor que puede hacer que el dolor se convierta en esperanza.
El amor lo puede todo, lo abarca todo, se manifiesta en cualquier persona y circunstancia. Por eso cuando se ama, la presencia se hace sacramento, porque el Espíritu Santo ha aparecido. Ese Espíritu que renueva la faz de la tierra, que va eliminando el mal y todos los efectos del pecado cuando se le deja actuar. El amor en su máxima expresión es el que hace que Cristo de su vida por nosotros, que nos embarca en una maravillosa aventura que nos lleva a la vida eterna.
Es ese amor el que hace que Jesús elimine la larga enfermedad del alma, es el amor como fuente de todos los bienes. Es el amor ilimitado el que hace que Jesús escuche a aquellos hombres que no le importa comenzarlo todo de nuevo. Cristo ve la gran esperanza que sólo el amor puede producir. Y ese amor sana a los corazones, y ese amor le hace decirle a la como a la hija de Jairo “levántate” para dársela a su padre llena de vida.
Pero aquel acontecimiento no es una simple reseña histórica del Libro Santo. Es algo que se puede repetir siempre que el mal y el dolor nos acogoten. Volvernos a Jesús y suplicarle que nos vuelva a la vida, que hemos roto con nuestro pecado todo aquello que nos dio y que nos lleva a la vida. Entonces Él nos dirá:
Levántate, ama y no te quedes postrado, porque se te ha creado para que andes por la vida con la cabeza alta, diciendo de quien eres imagen y semejanza.
Levántate, ama y vuelve a la vida, sal de esa muerte en la que te ha postrado el pecado, da de sí tanto como puedes dar.
Levántate y ama sin límites, que el amor es el más temible enemigo del pecado y todo el mal que conlleva y produce.
Levántate y ama, porque ese amor te va a abrir todas las puertas de la vida, porque nacimos para la vida y somos y debemos ser mensajeros de la auténtica vida, la que brota de la entrega generosa e ilimitada ante el hermano que nos necesita, que precisa de ese amor que todo lo cambia, que todo lo conduce al plan de Dios, y por consiguiente al corazón del Padre.
Porque ese amor consiste justamente en que en Dios y con Dios, amamos también a la persona que no nos agrada o que ni siquiera conocemos, porque miramos al mundo con los ojos del corazón, más allá de las apariencias. Porque ver al otro con los ojos de Cristo, le puedo dar ese amor que necesita. Ya que nunca se puede separar el amor a Dios y el amor al prójimo, que es la fuente de la vida, de la verdadera vida. El amor que le hace a Pedro no ver circuncisos o no, sino hijos de Dios a quienes él ha sido enviado.

Santiago Rodrigo Ruiz

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