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viernes, 20 de febrero de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 22 de febrero, Primero de Cuaresma

CUARESMA PRIMER DOMINGO


Los trágico, lo horrible que tienen las tentaciones del demonio, es su envoltura. Te aparecen como gestos maravillosos, como si fueras la mejor persona del mundo, como si se te pusiera en las manos la posibilidad de hacer todos los bienes, todas las bondades.
Así se lo quiso mostrar el demonio a Jesús. La primera tentación fueron los bienes materiales. Medios suficientes para eliminar el dolor y la pobreza, maravillosos. La segunda tentación es el poder, y desde ese poder imponer su mensaje. La tercera fue la fama, la gloria, deslumbrarlos a todos y que nadie discutiera su palabra.
Pero Jesús es consciente de lo que quiere, y es hacer hijos de Dios, no esclavos como el demonio le está ofreciendo, hacer esclavos suyos y Él ser esclavo de Satanás, por eso lo rechaza con fuerza.
Jesús se ha ido al desierto, a la soledad total, donde sin nada que lo pueda distraer, pueda preparar su misión evangelizadora. No le han asustado los peligros de la soledad, esa soledad que el demonio pensó que era el mejor momento, pero una soledad en la que puede encontrarse con su Padre de la forma más cercana, más íntima.
La cuaresma es una invitación a introducirnos en el desierto, en la aventura de las tentaciones, sin miedo, acompañados con Jesús, a la soledad del alma que es donde se toman las decisiones verdaderas.
Con Jesús le podemos dar la vuelta a las ofertas del demonio. Elegir la riqueza de la pobreza, de la verdad de la igualdad, la autoridad del servicio entregado, y así seremos totalmente libres en el camino de la vida. Porque superando la tentación fundamental, de amarnos sólo a nosotros, venceremos todas las tentaciones.
Entonces entenderemos que el que se guarda para sí solo, se pierde, queda inútil, pero el que elige seguir a Jesús, tomando su cruz, gana su vida para siempre, de tal modo que nadie se la podrá quitar, porque tenemos la libertad del Espíritu. 
El desierto no es un lugar de miedo. Es decir, meternos en la profundidad de nuestro corazón sin que nada se interponga, con la ayuda y la gracia del Espíritu que te lleva al gozo de la Pascua.
La Cuaresma no es un tiempo de dolor, no de penitencia traumática. Es un camino de alegría, la alegría de ser uno mismo para los demás. La Cuaresma es el camino de la vida, que si lo vivimos con Cristo gozaremos su vida en Dios.
La apariencia de las tentaciones es una vida mejor, pero es una vida que nos reduce a la soledad, ya que “todo es para nosotros”, cerrándonos al corazón del hermano, nos mete en el egoísmo más absoluto. El consumismo, el placer por el placer, la fama superficial, son, como decían los mayores, pan para hoy y mucha hambre para el resto de nuestra vida. Su fruto es el desencanto, la pérdida de ilusión, la desesperanza, vernos rodeados de cosas, pero cosas sin alma, donde no podemos amar ni ser amados.
Nosotros ya hemos recibido las primicias en el bautismo que un día recibimos y que hoy, aún en medio de las dificultades nos va a mantener la esperanza. Esperanza de una vida plena, vivida con Cristo en el amor a los hermanos, con el futuro de esa eternidad que Dios nos regala.

Santiago Rodrigo Ruiz

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