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viernes, 23 de mayo de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del Sexto Domingo de Pascua (25 de mayo)

SEXTO DOMINGO DE PASCUA

Recuerdo en una ocasión en que despedíamos a un amigo, muy enfermo, que volvía a misiones, al lugar al que había consagrado su vida. Estábamos tristes porque sabíamos que no le volveríamos a ver. Llegando al control de pasaportes se volvió y nos dijo: .-No se a cuento de qué vienen esas caras, dentro de poco si que estaremos unidos de verdad-. Han pasado más de veinte años, él murió poco más de un año después, y no se por qué no pasa ni un día sin que lo recuerde en la oración. No como un recuerdo, sino como una presencia.
Los discípulos de Jesús estaban tristes y asustados, Jesús se va y ellos no saben ni cómo, ni donde. Piensan que se quedan solos e indefensos a merced de tantos que quieren eliminarlos. Quién los va a defender de tantos enemigos
Y en ese momento es cuando Jesús comienza a asegurarles su presencia para siempre, que nunca van a estar solos, que lo van a ver, con los ojos de la fe y con los ojos del corazón, pero van a estar seguros de su presencia y de su compañía constante. Han de perder el miedo, no deben temer nada, Jesús les manda un Defensor, el Espíritu de la Verdad que sólo será captado por los que viven en la Verdad, en la Verdad de Dios. Él les irá diciendo lo que tienen que hacer y decir en cada momento. Él será ese nexo de unión que hay entre el Padre y Jesús y ellos. Ese nexo será el amor, el amor entre el Padre y el Hijo. El amor que dio origen al universo y que nos puso a nosotros ante la creación.
Pero es que Jesús nos dice lo mismo a nosotros, nos asegura esa cercanía y esa compañía si lo amamos, si vivimos según Él, nunca nos faltará su presencia ni la presencia del Espíritu Santo, el Defensor que habita y cuida de la Iglesia, que la extiende, que la hace misionera y universal. El Espíritu Santo que supera las lenguas y las fronteras, pero que tiene su casa, su única casa posible, en el corazón de los seguidores de Cristo.
Es el Espíritu de la Verdad que nos hace a nosotros guardianes de la Verdad, testigos de la Verdad, no sus propietarios, sino sus servidores. Porque es la verdad de Cristo, la que se encarna en la Virgen María, que comparte nuestro ser hombres para siempre, para que nosotros nos sintamos siempre unidos a Dios.
Pero este contacto con Dios por medio de Cristo y en la fuerza del Espíritu Santo, no es una cuestión individual, de cada uno de nosotros. Es una relación comunitaria, es una relación como Grupo, como Iglesia, reunida por el Espíritu Santo y cuya cabeza es Cristo.
Es natural sentir temor en el primer momento en que nos sentimos amenazados, en que se nos ataca por ser seguidores de Cristo, por vivir con y en Cristo. Pero el paso inmediatamente es ser conscientes de que no estamos solos, que tenemos fuerza suficiente para poder superar todos los momentos. Porque Cristo nos acompaña, y nosotros lo conocemos, y estamos con él y en él.
Cristo no se desentiende de nosotros, nace, vive, muere y resucita para estar siempre con nosotros. Su Espíritu está con nosotros y en nosotros, dentro de nosotros para que podamos transmitirlo a todos aquellos que se sienten solos y desamparados, para ser fuerza de los débiles, alegría de los tristes, entusiasmo en los deprimidos, compañía de los abandonados.
Jesús no se separa de nosotros, nos quiere junto a Él, parte de Él, misioneros de su Palabra, su mensaje de amor y de esperanza. Compañía solícita y amorosa. Porque es la compañía de Dios Trino.

Santiago Rodrigo Ruiz

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