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viernes, 17 de julio de 2015

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 19 de julio, decimosexto del Tiempo Ordinario

DOMINGO XVI DE TIEMPO ORDINARIO

Recordamos que el domingo cuarto de Pascua se le conoce como el Domingo del Buen Pastor. Pero hoy la liturgia nos habla de los buenos y de los malos pastores. Aquellas personas puestas para el cuidado de los demás, social o eclesialmente, que más que servirlas o acompañarlas, las desconciertan en todos los sentidos.
Este domingo vemos a Jesús que denuncia con fuerza a los malos pastores. Viendo a aquellas gentes, a las que nadie acompañaba, a las que sólo se utilizaba para su beneficio, como denuncia Jeremías en la primera lectura. Ya no es el pueblo, es Dios mismo el que se queja de ellos.
A Jesús nunca le estorba la gente, nunca los abandonará. Los ve “Como ovejas sin pastor”, gentes sin guías para descubrir el camino, sin profetas para escuchar la voz de Dios. Y se puso a “enseñarles con calma”, dedicándoles tiempo y atención para alimentarlos con su Palabra siempre sanadora, siempre liberadora.
En una ocasión hablábamos un grupo de curas, que tendríamos que revisar ante Jesús, ante el único Señor, como cuidamos a esta gente, a estas muchedumbres que se nos están marchando, poco a poco, de la Iglesia, tal vez porque no escuchan entre nosotros el Evangelio de Cristo, porque ya no les dicen nada nuestros sermones, nuestros escritos, nuestras declaraciones. Gentes buenas que tal vez estemos decepcionando, porque no ven en nosotros la compasión de Jesús. Gente creyente que no saben a quien acudir para encontrarse con ese Dios que los quiere entrañablemente. Y pensábamos que tenemos que aprender a actuar con la compasión de Cristo, que sea su voz y no la nuestra la que suene, porque es Él el único con fuerza para cambiar los corazones de verdad.
Y no es echar balones fuera, pero creo que todos los creyentes, como decíamos la semana pasada, debemos ser pastores del hermano. Los padres ser pastores en su familia, educadores valientes que no se someten a las modas ni a las corrientes de lo correcto, sino que transmiten, desde su fe la verdad de Cristo.
Políticos y gobernantes que no luchen por el voto que les dará el cargo, sino hombres y mujeres, que desde auténticos principios y virtudes vividas, luchan por una comunidad realmente justa, realmente fraterna. Una sociedad en la que el dinero tenga el papel que debe tener, pero que no sea el móvil del vivir social, sino unos principios que hagan al pueblo realmente feliz.
Se que no es fácil “apacentar” a las ovejas, porque unas son débiles y se entregan “a lo que sea”. Otras son ariscas y acomodaticias y que no están por la labor de dejarse llenar de esa Palabra que las va a hacer realmente libres, y buscando “su libertad personal”, caen la mayor de las esclavitudes. Ovejas a las que se les ofrecen “pastos envenenados”. Con el veneno de la corrupción, del consumismo, del placer por el placer, del radicalismo ideológico. Venenos que se ofrecen con la mejor de las envolturas y que engañan con toda facilidad.
Cristo es el auténtico Pastor, el único que se ofrece a sí mismo como pasto, en su Cuerpo y su Palabra. Y a nosotros, a todos los creyentes y de un modo especial a los que Él va señalando, el sosiego de la escucha y de la oración. Reponer constantes fuerzas con el retiro en el Espíritu. Sabiéndonos instrumentos en sus manos, “útiles”, para que el nos utilice con libertad, dispuestos a ser descanso para los demás y puerta para que los hermanos se encuentren y todos juntos vayamos a la Casa del Padre.

Santiago Rodrigo Cruz

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