Menu

viernes, 6 de septiembre de 2013

Comentario de D. Santiago a las lecturas del domingo 8 de septiembre

DOMINGO VEINTITRÉS DEL TIEMPO ORDINARIO

Recuerdo en una ocasión en la que era testigo de un acuerdo entre dos personas. Una propuso el asunto, y la otra le respondió con una larguísima perorata. Al terminar el primero dijo: .-Entonces ¿si o no?-.
El evangelio de hoy, continuando la línea de la semana pasada, nos recuerda que Jesús no se conforma con mitades, nuestra respuesta de seguimiento ha de ser definitiva, tajante. Esperará lo que sea preciso, pero no se conformará con indecisiones, con dudas, con apaños. Cristo, como aquellos de la anécdota nos pide un si o un no, una respuesta clara y contundente.
Estamos en un mundo en el que la postura de los cristianos es oscura, mediocre. Nos confesamos seguidores de Cristo, pero convivimos con un mundo de pecado con una tranquilidad pasmosa. Decimos de amar la cruz, pero buscamos el mayor placer material y físico posible.
En un porcentaje altísimo hemos convertido el cristianismo en una simple religiosidad. Religiosidad en la que cumplimos con diferentes aspectos de culto (misas, rezos, oraciones, “caridades”…), pero en nuestro modo de desenvolvernos en la sociedad no nos distinguimos del ateo, del indiferente, o de aquellos que viven otros credos.
Somos creyentes que hemos puesto una especie de aduana. Hasta aquí Dios y a partir de aquí mi vida, cuidando mucho de que no se mezclen ni se interfieran.
Resumiendo, nos hemos fabricado una inmensa mentira, en la que queremos convencer al mismo Dios de que ha de salvarnos a nuestro estilo, que ha de considerarnos bienaventurados recibiendo sólo aquello que estamos dispuestos a dar, en todos los aspectos de la vida. Y advirtiéndole que si se pasa en sus exigencias se puede quedar sin nada.
Pero Cristo nos dice que sólo hay un camino para estar con él, para caminar a su lado. No permitir que nada nos ate, no permitir que nada se interponga entre él y nosotros, que no haya ninguna esclavitud que nos tenga sometidos a “otro” que no sea nuestra libertad, con la que Dios nos creó, con la que somos su imagen y su semejanza.
Cristo nos quiere con nuestra cruz de cada día, es decir, con nuestra realidad para poder caminar a su lado, con nuestras grandezas que nos aproximan, que nos hacen fraternos con él mismo. Y con nuestras miserias para ser redimidas por su pasión y su cruz.
Cristo nos quiere a su lado, si optamos por él por encima de todas las cosas, si no vemos otro Salvador que el mismo Cristo, asumiendo su palabra y su persona en totalidad, pero con la totalidad de nuestro ser, no por raciones, dándole a él “algo”, lo que nos interese y lo que no nos incomode, totalmente.
Y esa totalidad es, repito, con nuestra cruz personal. El Señor no ha renunciado a su cruz, a esa cruz redentora. Una cruz que al mezclarla con la nuestra es nuestro camino de salvación, es el camino de la alegría perfecta. Aquí en la tierra, porque no hay gozo mayor que andar nuestra vida en la compañía de Jesús, siendo uno con él, compartiendo nuestro ser con él. Para que, con él, nuestra cruz se convierta en Pascua.

Santiago Rodrigo Ruiz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario ofensivo o fuera de lugar será eliminado inmediatamente. Este es el blog de una parroquia, por lo tanto pedimos respeto por lo que en él se exprese.