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viernes, 20 de junio de 2014

Comentario de D. Santiago a las lecturas del Corpus Christi (22 de junio)

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

Recuerdo en una ocasión, hace bastantes años, en que estaba yo solo en la capilla, un jueves con el Santísimo expuesto. Entonces miré el crucifijo y la hostia en la custodia, y recordé lo que decía un anciano sacerdote de mi parroquia: .-Miras el crucifijo y parece que Él está, pero no está, luego miras el sagrario y parece que Él no está, pero está-.
Celebramos esta fiesta, que ya la celebramos el Jueves Santo, que la celebramos en cada Eucaristía. La presencia real de Cristo, la presencia de su cuerpo y su Sangre. Porque en ese trozo de pan está Cristo total. Cristo con el cuerpo que recibió de la Virgen María. Cristo glorioso, pero el mismo Cristo que anduvo por los caminos, el mismo Cristo que anuncia la Buena Noticia, el Evangelio, el mismo Cristo que muere con su cuerpo roto en la cruz, el mismo Cristo que rompe la muerte y se levanta glorioso en la mañana de pascua.
Porque ese trozo de pan que conservamos en el sagrario, no es un objeto inerte, por muy sacratísimo que sea. Es Cristo, que siente, que llora con tu pecado, que goza con tu arrepentimiento, que se alegra cuando te ve acercarte a estar un ratito con Él, el que te echa de menos cuando estás mucho tiempo sin acercarte a Él, que te quiere junto a él.
Porque ese trozo de pan que comulgas no es un símbolo sacratísimo que recibes, no. Es Cristo, que quiere ser uno contigo, que quiere darte fuerzas para conseguir esa santidad a la que te llamó el día de tu bautismo. Que quiere ser parte de tu existencia, compartir contigo en tu día a día.
Porque ese pan que comulgas, es Dios mismo. Es el que hace que seas parte de su divinidad, que escales las más altas esferas del cielo. Porque tienes dentro de ti al hacedor del cielo y de la tierra. Y como a Dios no se le puede encerrar, te eleva a ti a su misma altura.
Pero ese trozo de pan que comes también te compromete. Te exige fraternidad, cercanía con el hermano. Amarlo como Dios mismo lo ama, sentirlo como algo tuyo. Y, además, sabiendo que te necesita, que tu hermano precisa de ti para su existencia, ya que sólo en comunidad, en Iglesia, nos podemos acercar a Dios.
Por eso hoy celebramos el Día de Cáritas, el día de caridad. Celebramos ese momento en que has de tener presente a tantos hermanos que la vida ha maltratado, a los que las circunstancias, la crisis, le ha arrancado su medio de vida y, en muchas ocasiones su dignidad. Es el día en que Cristo te recuerda que tu hermano depende de ti, que le eres necesario para poder levantar la cabeza, para que no le falte el pan y los medios dignos para vivir.
Eso es Cáritas, la fuerza amorosa de Cristo que ayuda al más pobre y necesitado. Pero no sólo este día, sino todo el año, porque tu hermano sufriente te necesita todo el año.
Hoy Cristo te recuerda que lo que despilfarras se lo estás robando a tu hermano hambriento, que tus gastos superfluos son esa ayuda que le estás negando al que carece de casi todo. Especialmente a ese niño que sólo puede comer una o, como mucho, dos veces al día, y pocas veces lo que de verdad necesita para desarrollarse. Cáritas es esa voz que te grita, desde el sagrario, que tu hermano te necesita. No es cuestión de que tú pases hambre, sino que no te pases más allá de lo que realmente necesitas. Cáritas te lo recuerda con esa frase maravillosa: Vive sencillamente, para que otros, sencillamente, puedan vivir.

Santiago Rodrigo Ruiz

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